martes, 5 de abril de 2016

Conociendo a Nuestro Padre Celestial

“Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Más ahora mis ojos te ven” (Job 42:1-5)


A lo largo de toda mi vida y habiendo tenido múltiples desafíos, retos, enseñanzas y realizaciones, puedo decirles con toda seguridad que la experiencia más grata, la más emocionante, la más sublime, es conocer a Dios. Ahora bien, este conocimiento sólo es posible por la infinita misericordia de Dios, quien se nos revela y se nos da a conocer. Esto es posible cuando recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador, pues Él derrama en nosotros su Espíritu, el cual a su vez, nos da la capacidad de relacionarnos con el Padre de una manera cercana, estrecha e íntima. Comenzamos a descubrir verdades maravillosas, como por ejemplo, que Él es amor y es verdad, que es justicia y paz, que es Todopoderoso, y que podemos entregarle nuestra vida para que Él la dirija, nuestra mente y emociones para que Él las controle, nuestra voluntad para que Él nos lleve a todo bien. Esto necesariamente implica un cambio profundo y radical en todo nuestro ser y por supuesto, comenzar a recibir múltiples bendiciones.
Hay un hombre en la Biblia que vivió mucho tiempo creyendo conocer a Dios, pero lo que tenía, era una información superficial acerca de Él, lo cual no le fue suficiente para mantener la fe en medio de la prueba, pues sucumbió a ella, llegando a pensar que Dios lo había abandonado por completo. Se trata de Job, el hombre que lo tenía todo: bienes, riquezas, honra, amigos, familia, salud, etc. Sin embargo, en un determinado momento de su vida le sobrevino un duro proceso personal, perdiéndolo absolutamente todo, sumiéndose finalmente en la tristeza y la amargura, llegando a reclamar a Dios y a dudar de su amor y misericordia, hasta que, por fin, se encontró verdaderamente con Él y comenzó a conocerlo realmente.

Fue entonces cuando comenzó la restauración de este hombre, al comprender en lo íntimo de su ser quién era el Omnipotente y Eterno Dios que le amaba y tenía un propósito excelso para su vida. Ya no hubo reclamos, ya no hubo preguntas, sólo un profundo y vehemente respeto hacia Aquél que había hecho con sus dedos el Universo, quien todo lo tenía bajo control y para quien absolutamente nada era imposible. El relato bíblico nos afirma que la vida de este hombre cambió radicalmente en la medida en que cambió su relación con su Creador, ya no una relación fría, lejana, basada en la tradición, sino una estrecha, cercana, basada en el amor. Muchas veces creemos que los momentos difíciles son la excusa para apartarnos del Señor, pero no es así, puesto que es justamente en esos procesos de aflicción donde podemos conocerle de cerca, y experimentar realmente quién es Él, y entonces, comenzar a experimentar toda la bendición que Él anhela derramar en nuestra vida.

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