“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en
alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará, y yo le responderé; con él
estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida,
y le mostraré mi salvación”
(Salmo 91: 14-16)
Cuando Dios nos describe en su Palabra cuál es la relación que desea y
espera que los seres humanos establezcamos con Él, nos damos cuenta que es la
misma que un niño establece con su padre. Y si vamos aún más allá, podemos compararla,
sin exagerar, al estrecho, íntimo e indisoluble vínculo que un bebé tiene con
su madre, antes de nacer.
Hoy la ciencia nos confirma que lo que sostiene al bebé no es tanto la
fortaleza física de la madre ni la condición de salud de ella o del bebé, sino
el amor. Si no hay este preciosísimo y vital elemento, la existencia termina y
la vida no tiene lugar.
Así mismo, cada uno de nosotros ha sido producto del amor. El amor de un
Padre que lo ha dado todo de sí para que tengamos vida y no cualquier vida,
sino la más maravillosa y excelsa, la de Él, tal como lo dice su Palabra:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)
Ahora bien, como el amor genera amor, la respuesta natural de un hijo al
cuidado y entrega de sus padres, no es otra distinta que el amor. Este sigue siendo
el vínculo perfecto, el que sigue manteniendo el buen hijo con su padre, toda
la vida, a pesar de que crezca y se convierta en un adulto. Bueno, es también
el amor lo único que nos mantiene unidos a nuestro Padre celestial y nos
permite disfrutar de su presencia, de su compañía, de su sabiduría y de su
poder.
Es el amor lo que nos permite creerle a Dios y creer en la provisión de
salud, libertad y bendición total que nos ha dado en su Hijo Jesucristo. Él es
el cumplimiento de todas las promesas de Dios para la humanidad. Cuando creemos
en el amor de Dios, y ponemos nuestro amor en Él, entonces podemos disfrutar de
los beneficios de la obra de la cruz: “Yo también los libraré, les pondré en
alto, les responderé, los libraré, les glorificaré, los saciaré de larga vida y
les mostraré mi salvación”.
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