Podemos afirmar que para los discípulos no era difícil asimilar este
tipo de enseñanzas de Jesús. Sabían perfectamente que, aún cuando Jesús había
dado de comer al hambriento y con sus propios ojos habían visto brotar los
panes de los cestos sin que se agotaran, hasta haber alimentado a toda una
multitud de miles, Él no les hablaba simplemente del nutriente físico.
Pienso que mientras Jesús hablaba, venían a sus mentes las conocidas
escenas que desde que abrieron sus ojos al mundo, percibieron sus sentidos: los
rebaños como copos de algodón adornando alegremente las verdes campiñas de
Israel, calentadas por el sol radiante y los pastorcitos corriendo tras ellas,
jugueteando mientras sus padres buscaban una fuente de agua limpia para
abrevarlas y los pastos más tiernos para apacentarlas. Sólo quien conoce muy
bien el oficio de pastor, sabe que las ovejas son animalitos desvalidos e
indefensos, por naturaleza tímidas, cortas de vista pero con un oído muy agudo,
que se abaten fácilmente si no tienen pronto alimento fresco y suficiente agua.
Sólo quien ha cuidado ovejas, podría hablar de esta forma y lograr una
profunda y real comprensión de su mensaje. Ahora sabían que el mensaje ubicaba
a Jesús como su pastor, y a ellos como las ovejas del rebaño. Esto implicaba
que debían depender completamente de Él para su sustento, guía y protección.
Era claro, que Él estaba dispuesto a ejercer su labor con entrega, con profundo
amor y paciencia. Los resultados dependerían solamente de que ellos, como
ovejas, creyeran, vinieran y permanecieran siempre cerca, formando parte del
rebaño, oyendo atentamente la voz de su pastor y dejándose guiar a los pastos
que saciarían su hambre y a las aguas de vida que calmarían su sed.
También a nosotros, el Buen Pastor Jesucristo, nos invita para que
tomemos el alimento de su Palabra que nos nutre, sana y desarrolla. ¿Cómo lo
podemos hacer? A través de cinco pasos que se convertirán en nuestras cinco
vías de alimentación, a manera de prácticas diarias que se vuelvan hábitos
saludables de vida, a saber: Oírla, leerla, estudiarla, memorizarla y
meditarla. ¡Comience hoy mismo, y nunca más, nada le faltará!
0 comentarios:
Publicar un comentario