sábado, 2 de abril de 2016

La fuente del amor

“Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:12-13)

Sin duda el amor es lo más bello y hermoso que podemos experimentar en la vida. Es el ingrediente que hace a las personas cantar, sonreír, sonrojarse, sanar si están enfermas, tener más ganas de vivir, sobretodo, vivir con esperanza. El amor es lo que ha inspirado a miles de artistas, cantantes, pintores, escritores y poetas. El amor nos atrae tan poderosamente que muchos no comen ni duermen por pensar en un amor, otros pierden la ilusión de vivir si llegan a perder un amor, y muchos más darían cualquier cosa, lo que le pidieran, por un poquito de amor. Otros, por el contrario, hacen enormes sacrificios, grandes hazañas y actos heroicos por amor. Pero, estas son sólo algunas facetas y manifestaciones del amor. Entonces, usted se preguntará ¿Qué es el verdadero y completo amor? ¿Dónde encontrarlo?
Para tener una idea de lo que es el amor, recordemos la enseñanza que al respecto dio el mismo Señor Jesús a sus discípulos, a través de la conmovedora historia de un habitante de Samaria, que encontrando a un hombre malherido en el camino, se detiene y decide asumir su desgracia como una responsabilidad personal. Le toma, limpia sus heridas, le monta en su caballo, lo lleva a una posada, lo asiste hasta que se encuentra mejor. Como tiene que partir, lo encarga al dueño de la posada asumiendo absolutamente todos los gastos y le pide encarecidamente que lo cuide hasta su regreso. Al terminar, todos escucharon su voz: “Ve, y haz tú lo mismo”.

Eso es amor. No es un sentimiento. No una emoción. Es Dios mismo, actuando en nuestra vida y dándose a través de nosotros, a los demás. Esto quiere decir que la naturaleza del amor es espiritual y es transmitida por Dios a nuestro espíritu. El amor es como ese viento apacible que nos acaricia suavemente sanando nuestro interior y sirviendo de catalizador para liberar y movilizar todos los recursos y potencialidades interiores adormecidas. Si se quiere vivir una vida extasiada del amor divino, se hace absolutamente necesario, primero, comprender que este es el amor con el cual Dios nos ha amado a través de su hijo Jesucristo.

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