“Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu
casa.” (Hechos 16:31)
Nunca es demasiado tratar el tema de la familia, siendo que es la
institución más importante que tiene la sociedad; donde nace, crece y se
proyecta al individuo como persona. Es donde se forma el carácter de las
personas, donde se construyen los valores, se adquieren los principios.
Debería ser el objeto de planes específicos y de muchos esfuerzos que
tiendan a salvarle y a restaurarle. Al contrario de esto, la familia se está
quedando sola con sus innumerables problemas y factores debilitantes, y los
gobiernos de las naciones están siendo impotentes para preservarla. Es más, hoy
se ven más leyes que favorecen la desintegración familiar; que leyes que la
protejan y promuevan.
Sin embargo, para Dios la familia es el objeto de su amor y de su
cuidado protector. Él tiene un plan para cada familia sobre la tierra, un plan
de bendición, de prosperidad, de felicidad, que se comienza a disfrutar cuando
dejamos que el Autor de la familia tenga un lugar de gobierno y autoridad.
Es por eso, que la promesa dada a Abraham involucraba ser bendición a
las familias de la tierra.
También es la razón por la que Jesús siempre bendijo y prosperó las
familias que tuvieron el acierto de invitarlo a vivir con ella.
Este fue el caso de la familia de Marta y María, a quienes bendijo con
el incomparable regalo de la vida, resucitando a Lázaro, su hermano, luego de
cuatro días de haber enfermado y fallecido.
También su presencia implicó la más grande de las alegrías para la
familia de Jairo, un principal de la sinagoga, a quien su hijita de tan sólo
doce años, se le estaba muriendo (Marcos 5:22). Cuando este hombre se postró
ante Jesús, no le pidió que sanara a su hija. Le rogó que entrara en su casa.
¿Acaso estaba perdiendo tiempo precioso, cuando había podido pedirle en primer
lugar que sanara a su hija, teniendo en cuenta que estaba agonizando? ¡No! La
presencia de Jesús es suficiente. ¡Si Él está presente, hay sanidad, hay
restauración, hay resurrección, hay vida! Porque donde está la presencia de
Cristo hay todo. ¡Si crees, también Jesús salvará tu casa! ¡Invítalo ahora
mismo! Haz junto con tu familia la siguiente oración.
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