En Efesios 5, Pablo llama nuestra atención sobre el hecho de que Jesús
nunca hizo uso de su poder para opresión, sino que se sacrificó hasta lo
último para que podamos llegar a alcanzar la unión con él. Eso es algo que
nos lleva más allá del ámbito filosófico, para situarnos de pleno en el
terreno de lo práctico y lo personal. Si en los planes de Dios, el evangelio
hubiera sido únicamente para salvación en Jesús, el matrimonio
exclusivamente “funcionaría” en la medida en que nos aproximara al modelo del
amor en la entrega de Dios en Cristo. Pero lo que Pablo dice no solo da
respuesta a las objeciones al matrimonio como institución opresiva y
restrictiva, sino que da forma y expresión a las abrumadoras demandas del
matrimonio. Pero hay tanto que hacer, que no sabemos siquiera por dónde
empezar. Y es justamente ahí cuando Pablo nos dice: “empezad por lo básico
pero fundamental, amando a vuestra esposa como Dios nos ha amado en Jesús, y
todo lo demás vendrá por añadidura”.
Ese es el verdadero secreto, que el evangelio de Jesús y la
institución del matrimonio están mutuamente relacionados. Al crear Dios a la
pareja, ya tenía en mente la obra salvadora de Cristo.
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