viernes, 27 de noviembre de 2015

FUISTE PERDONADO, AHORA HAZLO TU.




“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Efesios 4:32
Necesitamos tanto el perdón para nuestras almas como alimento para nuestros cuerpos.
Como humanos somos sensibles a las ofensas ya sea en acción, omisión o palabras, nos sentimos tan afectados que lo creemos imperdonable. Pero por qué no pensamos en aquellas cosas con las que agraviamos a Dios. Lo deshonramos tanto que eso nos impide gozar de su amor.
Nuestra culpa, aun cuando procuramos rechazarla nos pesa y es la fuente de muchos sufrimientos e incluso enfermedades.
El mensaje esencial de las escrituras consiste en que Jesucristo pagó las deudas por nuestras ofensas.
Sin embargo cuando fallamos el perdón de Dios es evidente, nosotros también debemos perdonar a quienes nos han ofendido. Pero ¿Cómo responder a una ofensa? No podemos negar el hecho, ni aun reconciliarnos teniendo en poco el asunto sin tratarlo a fondo, es decir perdonar solo en palabras o ignorarlo.
¿Qué hacer? Con humildad y dispuesto a reconocer nuestras propias faltas, aunque acercarnos a quienes nos ofendieron no es una tarea fácil, Dios te dará el valor para perdonar y eso permitirá no solo tu curación y liberación sino también la de la otra persona.
Otorgar el perdón es imitar a Jesús y sobre todo recordar que nosotros mismos fuimos perdonados.

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” 1 Pedro 2:21-23

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