jueves, 27 de octubre de 2016

Victoria A Través De La Alabanza


“Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán” Salmo 34:1-2

Dios Padre no cambia jamás, aunque muchas situaciones a diario sean duras, aunque el camino sea difícil y lleno de obstáculos, los hijos de Dios estamos llamados a seguir confiando en la grandeza del Señor, y a no desmayar en ningún momento. Su Palabra nos invita para que exaltemos y alabemos el nombre de nuestro Dios, reconociendo su poder en todo tiempo y lugar.
Alabar a Dios en todo tiempo, quiere decir, que no importa el momento, la circunstancia o la crisis personal o familiar por la que estemos atravesando; simplemente debemos desarrollar una alabanza continua y genuina. Cuando lo alabamos aprendemos a confiar y a descansar en el Señor. Cuando son los temores los que se apoderan de nuestro ser, debemos combatirlos alabando, cantando himnos y cánticos espirituales para el Señor. Alabarlo es volver nuestro corazón a Dios, y su misma presencia estará cercana a nuestras vidas.
Es Dios quien nos libra de todos nuestros temores, pues muchas veces creemos estar solos y desamparados, pero jamás es así; el Señor nos prometió su Presencia eterna y de esa manera se cumple en nuestra vida. Ser victoriosos es saber que le pertenecemos a Él y que nada podrá hacernos daño. Debemos practicar más la alabanza para el Señor, la alabanza es una forma de oración que agrada al Señor; Dios como Padre y Señor espera que nosotros sus hijos le alabemos, así cada día comprenderemos más de cerca la grandeza del Señor.
Alabar a Dios en medio de una adversidad nos dará confianza y fortaleza para seguir adelante, pues nos ayuda a comprender que el poder de Dios está

¿Atrapados En El Pasado?


“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad” (Isaías 43: 18-19)

Muchos seres humanos se encuentran presos tras los infranqueables barrotes de la amargura, el odio, el resentimiento, la derrota y la frustración. Por más que luchen, no pueden librarse del fantasma que asalta su mente cada día. Recuerdos dolorosos, agravios, insultos, traiciones y desilusiones, ocupan buena parte de sus pensamientos, determinando poderosamente sus acciones y por tanto, los resultados que obtiene y la calidad de su vida.
Conociendo el grave daño que hace a nuestra vida permanecer en el pasado, cómo nos paraliza y desalienta, cómo nos quita la paz y nos enferma de amargura, la instrucción que Dios nos da es que lo dejemos atrás para siempre. El apóstol Pablo comprendió esta verdad maravillosa y la señala como el camino que nos lleva al perfeccionamiento de nuestro ser: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta” (Filipenses 3: 13-14)
No hay nada que tenga mayor beneficio a nuestra vida que saber que cada día y cada instante, tenemos una nueva oportunidad de parte de Dios para tomar sendas rectas, para sembrar semilla buena. Levantémonos con el poder del Espíritu Santo a tomar la decisión de dejar bajo la cruz de Cristo que murió por nuestros pecados, errores y equivocaciones, todo lo que nos ancla al pasado y nos impide avanzar. No pensemos más que todo tiempo pasado fue mejor. Recordemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, y esto quiere decir que nuestro Padre celestial nos tiene reservado lo mejor. Pongamos nuestra mirada sobre Él, contemplemos permanentemente su poder, su bondad, su fidelidad y su amor que es eterno y permanece para siempre, ese será nuestro derrotero más seguro.

Utilicemos entonces nuestra mente para guardar, recordar y repetir las palabras que nos llevarán a la excelencia, a la victoria en todo, a la felicidad completa, al oír atentamente la voz de Dios, guardarla en su corazón y hacerla parte de su vida incorporándola a su manera de pensar, sentir, actuar y vivir; y por último, poner por obra todo lo que Él le dice.

Transformando La Adversidad En Bendición


Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job (Job 42:10)

Son muchos los que han oído hablar de este hombre que tuvo que pasar por muchas pruebas y adversidades pero que, gracias que esperó siempre una respuesta de parte de Dios y estuvo dispuesto a aprender, a ser formado y tratado por las amorosas manos de su Alfarero divino, pudo transformar su adversidad en la mayor bendición para su vida.
Es posible que hoy en día estemos atravesando una situación semejante a la de Job, con dificultades personales, familiares, económicas. Es posible que, al igual que Job estemos concentrados en el problema y miremos más la adversidad que a Dios mismo. Algo semejante fue lo que vivió Pedro cuando caminaba sobre las aguas; apartó su mirada del Señor y experimentó que se hundía. Casi todos hemos tenido momentos de duda o incredulidad que nos impiden ver los milagros y la respuesta de Dios, y nos hacen percibir los problemas como grandes e imposibles de resolver (Mateo 14:28-30).
 Pero hay algo maravilloso que muchos no conocen, y es la forma como Job logró ver la gloria de Dios en medio de la situación adversa. Dice la Biblia que cuando Job oró por sus amigos, Dios quitó su aflicción y aumentó al doble lo que antes tenía. El secreto está en dejar de mirarnos a nosotros mismos, en dejar de mirar sólo el problema, y buscar a Dios en oración, disponiéndonos aun a orar por otros, y a ser instrumentos en las manos de él para bendición de otros. Cuando intercedemos por nuestros familiares, amigos, discípulos y por el mundo, vemos cómo Dios actúa, fortaleciendo nuestra fe, respondiendo a nuestra necesidad y quitando la aflicción.

La oración de intercesión es una de las formas de orar que indiscutiblemente nos lleva a ver los grandes milagros y maravillas que el Señor hace a favor nuestro y de aquellos por los cuales intercedemos. Tome hoy mismo la decisión de dejar las dificultades en las manos de Dios y orar por otras personas.

martes, 11 de octubre de 2016

LA EXCELENCIA DE LA SABIDURÍA


“Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella.” (Proverbios 8:11)
El camino de la excelencia es un proceso que definitivamente requiere de sabiduría para avanzar en la vida y lograr el éxito y la realización tanto personal como profesional. Hablaremos, pues, del valor de la sabiduría; la sabiduría está más cerca de nosotros que de lo que nos imaginamos, no tiene precio, pero sí requiere de esfuerzo y compromiso para lograr alcanzarla.
Las personas por lo general aspiran a obtener muchos bienes materiales que les permiten tener una “calidad de vida” y lograr un status que les brinde comodidad y bienestar. Lo que le da sentido a nuestra existencia es la misión que vamos a cumplir en esta vida y esto implica descubrir quiénes somos y hacia dónde vamos.
El rey Salomón, considerado el hombre más sabio de todos los tiempos, radicó su éxito precisamente en este valor, porque no solo fue un hombre rico materialmente, sino un hombre inmensamente sabio, lleno de grandes realizaciones inspiradas gracias a la sabiduría que le fue dada por Dios.
También es importante entender que la sabiduría la da Dios a aquel que la busca con ahínco y que está dispuesto a entregar su corazón al Señor para un cambio definitivo y radical, pues ser sabio no es adquirir una serie de conocimientos o habilidades, sino es cultivar un corazón recto, sensato e íntegro, que ande en las sendas justas que Dios nos señala. Esto quiere decir que los diferentes ambientes donde nos movemos no pueden ser la excusa para actuar de una manera contraria a la voluntad de Dios y mucho menos para dar un mal testimonio, argumentando que todos lo hacen, siguiendo la corriente de este mundo.

Lo primero que debemos comprender para ser sabios, es la necesidad de buscar a Dios, porque Él es la fuente de todo conocimiento y el origen de toda sabiduría. Una vida rica de oración y meditación en la Palabra de Dios son las herramientas que Él usará para hacernos esos hijos sabios, que como consecuencia, prosperen y tengan victoria en todas las cosas.

El Amor Incondicional De Dios



“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16)

Muchos ya no quieren comer o dormir por pensar en un amor, muchos otros pierden la ilusión de vivir si llegan a perder un amor, muchos darían cualquier cosa, lo que le pidieran, por un poquito de amor. Otros, por el contrario, hacen enormes sacrificios, grandes hazañas y actos heroicos por amor. Sin embargo, estas son sólo concepciones y manifestaciones humanas del amor. Entonces, usted se preguntará ¿Qué es el verdadero y completo amor? ¿Dónde encontrarlo?
Para responder a esta pregunta, debemos empezar por decir que el amor no es un sentimiento, tampoco es una emoción como muchos creen, sino que su esencia misma, es Dios, como lo dicen las mismas Escrituras. Esto nos muestra que cuando le permitimos a Dios actuar en nuestra vida, no solo nos llena, sino que nos da la oportunidad de compartirlo con otros y seguir sintiéndonos igualmente satisfechos, lo cual nos indica que su naturaleza, es espiritual y por lo tanto solo es transmitida por Dios a nuestro espíritu.
No hay amor humano que pueda compararse con el amor de Dios, puesto que el hombre es un ser limitado, finito, y todo lo que él siente o hace, lleva esa marca, mientras que Dios es infinito, inconmensurable, generoso, eterno, y así es su amor. Para comprender mejor este concepto veamos los ejemplos maravillosos que a diario Dios nos da a través de cosas, pero significativas, como la rosa que se abre cada mañana con sus bellos colores para todos los seres que la quieren ver, o como el sol que sale para buenos y malos, o la lluvia que cae para justos e injustos, o como el canto de los pájaros que deleitan a ricos y pobres.

En otras palabras, este amor que viene de Dios, no hace acepción de personas. Él lo ofrece a toda persona sin distingo, sin discriminación. Por tanto, si deseamos vivir una vida extasiada de éste amor, se hace absolutamente necesario aceptar por medio de la fe en Jesucristo, este amor que viene de Dios. El amor de Dios, no tiene que ver con nuestra conducta, tiene que ver con lo que somos ahora para Dios, sus hijos.

Disfrutando La Vida


“El fin de todo el discurso oído es éste: teme a Dios, y guarda sus mandamientos”. (Eclesiastés 12:13)

Cuando encontramos declaraciones como éstas, acerca de la Palabra de Dios, nos damos cuenta que la frase «temor de Dios», está relacionada con la obediencia. «El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama...» (Juan 14:21).
Podemos decir entonces, que quien oye la voz de Dios, la guarda en su corazón y la pone por obra, experimenta libertad de todo temor, se siente seguro y confiado, sabe que Dios le respaldará, le prosperará y lo bendecirá en todo lo que emprenda. No así el que le desobedece, ya que a éste, si bien Dios no lo acusa, lo hace su conciencia. Transgredir las leyes establecidas por Dios, lo hace culpable y como consecuencia experimenta angustia y temor.
Dios nos ha dado la fórmula del buen vivir: «Cuidarás de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis» (Deuteronomio 8:1). ¿Por qué, entonces, pasarse la vida entera luchando por ser feliz, o hacer muchas cosas para ganar aprobación de Dios?
Podemos disfrutar el verdadero sentido de la vida, si vivimos de acuerdo con lo establecido por Dios. Como bien aclara el rey Salomón, podemos y debemos disfrutarlo, pero como resultado de obedecer y guardar los mandatos de Dios. Cuando lo hacemos de esta manera, descubrimos el verdadero propósito y significado de la vida para la cual Dios nos creó.

Vivir sus mandamientos y obedecerlos nos lleva a experimentar la plenitud de su bendición aquí en la tierra, para nosotros y para nuestras futuras generaciones.

lunes, 10 de octubre de 2016

Venciendo Los Temores


“Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:35-40)

Todos los seres humanos experimentamos miedos, temores y fobias; pero cada uno de nosotros reaccionamos diferente frente a cada uno. A través de estos minutos trataremos este interesante tema, y la Teoterapia como respuesta a esta serie de conflictos.
El miedo es un sentimiento de inquietud causado por un peligro real o imaginario; cuando hablamos de miedo es importante destacar el rol que juega la imaginación, ya que esta se convierte en un poderoso aliado. Debido a esto el miedo se vuelve real; aportando consecuencias emocionales y hasta físicas.
Aunque los discípulos de Jesús eran pescadores experimentados, que conocían el Mar de la Galilea, pues habían vivido y trabajado en ese lugar toda su vida, enfrentaron una crisis personal de miedo que los llevó incluso al pánico a causa de una gran tormenta desatada en medio del lago. Las circunstancias eran reales, pero su imaginación los llevó a creer que morirían ese día.
Estaban con el Maestro, y aunque lo habían visto hacer muchos milagros, su inseguridad no les permitió creer que esa situación también la tenía Él en sus manos. Por lo tanto, el miedo iba tornándose en angustia y pánico, y aunque quizá comenzó en uno o dos de ellos, rápidamente se transmitió a todo el grupo. Aunque la tormenta era real, el temor la convertía en una amenaza mortal que los amedrentaba y afligía, al punto de perder toda esperanza de sobrevivir. Jesús entonces, los confronta con su falta de fe, atribuyendo a esto, el principal motivo de todos sus problemas.

Muchas veces nosotros como hijos de Dios también experimentamos este tipo de situaciones, cuando sentimos miedo al futuro, a la muerte, a la enfermedad, a la soledad, a la crisis económica, miedo a la gente, miedo al fracaso, etc., y creemos que Jesús está desentendido de lo que nos sucede; nuestros miedos pueden convertirse en verdaderas tormentas internas, pero la palabra de Dios nos ratifica que el remedio para este mal es la fe, y ésta puede llegar a ser el recurso más poderoso e inquebrantable cuando de hacerle frente a la vida se trata.

Conociendo De Cerca A Dios


“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. (Génesis 28:15)

Jacob cuyo nombre significa «suplantador», con su gran astucia y por un simple plato de lentejas, consiguió la primogenitura que por ley le correspondía a su hermano Esaú. Posteriormente le suplantó para conseguir la bendición de su padre Isaac, por lo que tuvo que salir huyendo por temor a las represalias que éste emprendería contra él.
Cansado de huir, en medio del más grande desierto, se tiende en el camino y se queda dormido. Es en esta condición como Dios le encuentra para bendecirlo. ¡Cuán inagotable es el amor de Papá Dios!, pues, independientemente de nuestro pasado o del estado en que nos encontremos, Él siempre nos busca hasta encontrarnos, porque sabe que, al igual que Jacob, nada de lo que hagamos sin Él, nos resultará bien. Por el contrario, sólo recogeremos frustraciones, culpas, decepciones y mucho dolor.
Dios deseaba bendecir a Jacob, transformando toda su vida, lo cual sucedió durante un tiempo de oración muy especial que este hombre tuvo con Dios, reconociendo su impotencia para solucionar el grave problema en que se había metido por su necedad y por querer hacer las cosas a su manera y no a la de Dios. Durante este encuentro sucedido en un lugar llamado Peniel, Jacob permitió por fin que Dios mudara su corazón y lo convirtiera en el hombre que Él quería que fuera, el que llegaría a convertirse en un canal de bendición para todo el mundo. Su trato y comunión con Dios lo cambiaron para siempre, llegando a transformarse de Jacob, el suplantador, a Israel, el hombre de fe, el padre de las doce tribus que formaron el pueblo de Dios.

Hoy, al igual que Jacob, podemos estar atravesando un desierto y podemos estar metidos en un laberinto sin salida, pero esto no será impedimento alguno para que Dios se manifestase a nuestra vida como lo hizo con Jacob. Cuando Él nos habla y nos da sus promesas, es su voz directa que nos llama y quiere que nos rindamos ya, que reconozcamos que nada podemos hacer sin Él y que nos dispongamos a aceptar y disfrutar sus bendiciones. ¡Hoy, puede usted levantarse para encontrar un futuro glorioso!

La Oración Protege A Los Hijos De Dios




“Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: fuerte soy”. (Joel 3:10)


Todos hemos vivido tiempos en los que nos hemos sentido tan pequeños y débiles que nos han invadido sentimientos de temor y soledad. Precisamente en estos momentos, es cuando Dios muestra su grandeza, su poder y ayuda.
Una de las razones por las cuales he decidido dedicar mi vida a propagar la fuerza y poder que tiene la oración, es que mucho de lo que comparto, de alguna manera lo he vivido y he visto cómo Dios me ha respondido y he visto su protección.
En el año 1998, estando recién operada de una mano a causa de una grave fractura, una tarde llegaron a nuestra casa cinco personas armadas. ¿Querían robar? ¿Querían secuestrar? ¿Querían matar? ¡No sé! La verdad es que repetidas veces uno de ellos le ponía su arma en la cabeza a mi hijo menor. Además, estaban también en casa dos de mis pequeños nietos y una de mis hijas.
¿Qué hacer en esos momentos en los que sentimos que nada podemos hacer? Lo único que llenó mi mente fue el pasaje bíblico «El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente» (Salmo 91:1). Lo más maravilloso es saber que precisamente en esos momentos de incapacidad total, donde se manifiesta nuestra profunda debilidad humana y carencia de toda fuerza, es cuando podemos ser testigos del poder de Dios. Esto fue exactamente lo que sucedió, pues ninguno de los que estábamos allí recibimos mal alguno. Milagrosamente fuimos librados de todo peligro.
Así, querido(a) amigo(a), le invito a que deje entrar en su corazón la fe y la esperanza en la ayuda de Dios y comience a confiar en que Él tiene cuidado de su vida. Póngase en las manos del Señor, decida habitar cada día a la «sombra del Omnipotente». No hay otro refugio, no hay otro auxilio más que Él.