martes, 19 de julio de 2016

Como Se Ama A Dios?


“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”. (Marcos 12:30)

Así como nosotros nos cuidamos, nos guardamos, nos preservamos, nos consentimos, de esa misma forma debemos considerar y amar a cualquier ser humano. En la actualidad, en nuestro entorno reina un ambiente colmado de egoísmo e indiferencia; donde hacer mal al prójimo se ha convertido en un lamentable hábito, al punto que ya nadie lo advierte, es más, algunas acciones de maldad ni siquiera se miran como lo que son.
A menudo nosotros aunque conocemos este mandamiento, también podemos carecer de esa divina disposición de nuestro corazón para amar a nuestros semejantes como nos lo ordena el Señor. También se pueden confundir los conceptos entre amor al prójimo y amistad, afecto, simpatía, cariño, aprecio, compañerismo, afinidad; los que solamente son resultado del genuino amor.
El ministerio de Jesús, sin lugar a dudas se basó en el amor de Dios hacia el ser humano, y siempre Jesús en sus enseñanzas reafirmaba la importancia de amar al prójimo; los maestros de la Ley o fariseos, conocían perfectamente estas ordenanzas, sin embargo, no tenían la disposición de corazón para ponerlas en práctica.
El amor a Dios y al prójimo son verdades que debemos asimilar hasta que sean para nosotros un principio inquebrantable, lo que es posible cuando creemos y aceptamos que todos los seres humanos han sido creados a imagen y semejanza de Dios; por consiguiente, el amor al Creador implicará amor a lo creado. Al identificarnos con Cristo, nos identificamos con su carácter, es decir, éste tiene que fluir en y a través de nosotros los creyentes, por lo tanto, debo asimilar el amor al prójimo ya que éste está en la esencia de su carácter.

Cuando leemos con atención y meditamos en el anterior pasaje, comprendamos también que amar a Dios y a nuestros semejantes, son dos mandamientos inseparables, pues el primero necesariamente dará como resultado el segundo. El amor por los demás depende de nuestro amor a Dios; y nuestro amor a Dios se demuestra por nuestro amor a los demás.

Echando La Red

“Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. (Lucas 5:4)

Jesús el más grande líder que ha existido ganó, formó y envió a sus discípulos, a ganar el mundo y aunque eran pocos hoy el cristianismo está por todo el mundo. La historia de Lucas 5:3-11 narra la experiencia de un hombre lleno de esquemas mentales, que se enfrenta un día con su propia incapacidad, descubriendo que sus recursos son limitados; este hombre es Pedro, el pescador. Entonces, mientras lava sus redes vacías, escucha la voz de un hombre que no sólo le habla para saludarle, sino que le da una orden, de una manera tan firme y clara, que al levantar su mirada descubre a Jesús.
Pedro medita en lo que acaba de oír y reflexiona... « Estoy cansado, tengo hambre.» Mas ocurre el milagro; el amor y seguridad de quien le habla, lo llena de un empuje extraño que le hace pronunciar: «...mas en tu palabra echaré la red». Igual que como pasó con Pedro, muchos de los que nos hemos acercado a Dios y hemos creído en su Palabra, pasamos por esta experiencia; hemos sentido que nuestras redes están vacías, y al oír la voz de Jesús decidimos en nuestro corazón creer y volver a empezar nuestra faena, sucediendo lo sobrenatural: nuestra vida se llena de bendiciones y provisiones, que alcanzan a nuestra familia y amigos.
Cuando Jesús llega a nuestra vida, estar frente a frente al autor de los milagros debe provocarnos una reacción que nos permita tomar la decisión de aceptar el más grande llamado que un ser humano puede recibir: «ser pescador de hombres». El llamado es contundente y la respuesta inmediata. Como Pedro en aquella época, hoy usted puede también estar al lado de Jesús, aprendiendo de él, para con su ayuda hacer milagros y ver también rescatada y transformada la vida de muchos hombres que se dispongan a conquistar el mundo para Dios.

Sigamos las pisadas frescas de Jesús el más grande conquistador de todos los tiempos, ya que a través de pocos conquistó el mundo, los ganó, los formó y los envió a todas las naciones, hoy somos nosotros los que tenemos que “echar la red en su Nombre”

Buscando la Dirección de Dios


“Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados”. (Proverbios 16:3)


Preguntémonos hoy: ¿cuántas veces no hemos obtenido los resultados que esperábamos en un negocio, una tarea, o algo nos ha salido mal?
Hablando con la verdad, ¿cuántas veces consultamos a nuestro Padre, antes de emprender una labor? ¿Somos conscientes de que tenemos un valioso manual de vida llamado la Biblia? ¿Acudimos a ella como el viajero consulta la brújula que le orienta su norte, cómo el explorador su mapa, como un verdadero manual de instrucciones?
En nuestro afán, con frecuencia no cuidamos de colocar en las manos de Dios nuestro diario vivir, y terminamos dependiendo de nosotros mismos, de nuestra fuerza, de nuestros escasos recursos, llevando una vida de segunda clase, y viviendo como perdices habiendo sido diseñados para volar como las águilas.
Es necesario entonces, que cada mañana nos pongamos de rodillas delante de Dios, para obtener los logros y el éxito que sólo Él nos puede asegurar, venciendo los obstáculos, armándonos del poder, de la dirección y de la guía que necesitamos para luego salir a vencer, a conquistar el mundo, a ver la gloria de Dios en y a través de nuestra vida.

«Encomendar» hace referencia a entregar, a pedir dirección y a depositar la confianza en la instrucción dada por Dios a través de su Espíritu y de los principios plasmados en su Palabra, como resultado de renovar la mente y de escuchar también el consejo de nuestro guía espiritual. Entonces será para nosotros una hermosa realidad el versículo 8 de Josué 1: «...entonces, harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien». Recordemos que la obra que Dios le encomendó a Josué, no era fácil, por eso le enseña que la victoria y la prosperidad dependerían de él mismo, en la medida en que fuera valiente para no apartarse de sus instrucciones, ni de día ni de noche. Al igual que Josué, nosotros también necesitamos de esa fuerza sobrenatural para enfrentar los difíciles retos y grandes desafíos que tenemos por delante.

LA FE CONDUCE A LA ACCIÓN


“Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel  que marchen”.  (Éxodo 14:15)

En muchas ocasiones hemos pensado que con sólo anhelar fervientemente las cosas, ya por ello las tendremos en nuestras manos. Existen también quienes hacen largas rogativas a Dios creyendo que con sólo orar, pero sin actuar con fe cambiarán las circunstancias, ignorando que Dios nunca actuará sin que primero hayamos comprometido nuestra voluntad para decidir creer y obedecer.
La verdadera oración de fe es aquella que nos permite tomar un curso de acción con la absoluta convicción de que obtendremos el resultado deseado. La verdadera oración de fe siempre conduce a una decisión, a una acción y como consecuencia, a un resultado positivo. Es decir, las cosas hechas realidad.
Moisés ya había orado y Dios ya había dado respuesta a su necesidad, le había dado dirección precisa y le había fortalecido en sus promesas. Sólo restaba que Moisés pusiera su fe en acción y diera los primeros pasos para que el pueblo le siguiera; pero como seguía sin tomar acción, el
Señor tuvo que recordarle que ya no era tiempo de clamar más, que había llegado el momento de actuar. Es así, actuando, levantando su mano sobre el mar, como Moisés presencia el más grandioso de los milagros: el mar se dividió en dos y el pueblo pasó en seco.

Muchas veces, el temor debilita nuestra fe y no nos deja actuar. ¿Ha escuchado una y otra vez la voz de Dios, diciéndole que tiene que perdonar, ponerse en paz, amar incondicionalmente, honrar a sus padres independiente del trato que le dieron, educar a sus hijos en el temor de Dios, hacer su devocional personal todos los días muy temprano en la mañana, leer y estudiar su Palabra? ¿Cuántas de estas cosas aún no las hemos hecho y sin embargo seguimos pidiendo a Dios que transforme nuestra vida, bendiga nuestra familia y nos haga prósperos? Es tiempo de que la fe se manifieste en actos de obediencia, para ver como ocurrió con Moisés, los más extraordinarios milagros en nuestra vida.

viernes, 15 de julio de 2016

Creciendo En Gracia



La Palabra de Dios nos exhorta como Creyentes a crecer tanto en los atributos de la Gracia y el Conocimiento. 
La mayoría de nosotros entendemos cómo hacer para crecer en el Conocimiento. Por un lado, tenemos la Palabra de Dios disponible para nuestro estudio personal. El Creyente debe pasar algún tiempo cada día aprendiendo su contenido. 
Cada vez que abrimos ese libro crecemos en la comprensión y el Conocimiento de nuestro Dios y de Su Magnífico Plan de Redención maravillosa. Cada vez que vamos a una iglesia con predicación bíblica y el pastor predica la verdad, crecemos en Conocimiento. Sin embargo, la pregunta que debe hacerse, "Entonces, ¿cómo una persona crece en la Gracia?" ¿Cómo podemos aumentar en algo en lo que no podemos trabajar, ganar, labrar o merecer?.
A medida que aprendemos a confiar exclusivamente en Cristo y Su Cruz nos encontramos con la Gracia (en forma de ayuda y el poder del Espíritu Santo) que fluye con más frecuencia. A medida que nos volvemos más dependientes del Señor que maduramos en la dependencia, aumenta la cantidad de Gracia que podemos recibir. ¡Así que crecer en la Gracia significa que estoy viendo mi necesidad desesperada por el Señor hoy mayor que ayer!

2 Pedro 3:18 - Antes bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y para siempre. Amén.

Un Oasis llamado Célula


“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. (Hechos 2:46)



En medio de un mundo caracterizado por encuentros formales, fríos, rígidos, que dejan una sensación de vacío, soledad e inseguridad, Dios nos provee el ambiente de amor, aceptación, unidad y permanencia que todos los seres humanos, independiente de nuestra edad, preparación intelectual o nivel cultural necesitamos para desarrollarnos integralmente y experimentar un crecimiento espiritual.
Se trata de la célula. La célula es una unidad estructurada y funcional, energizada por Cristo vivo. Es un encuentro espiritual, donde el corazón puede hablar al corazón y el alma al alma en el nombre de Jesús; es el espacio donde se puede dar y recibir amor, donde se suplen mutuamente las necesidades, donde se dividen las penas y se multiplican las alegrías. La Célula es un verdadero oasis en medio de un mundo estéril e inclemente.
Cuando nuestra primera Célula es la Celestial, podemos disfrutar de una comunión íntima con un Dios tierno y amoroso. Él nos llena, nos sana, nos transforma y nos da poder para amar, perdonar y servir. De esta manera gozaremos de nuestra familia como la fuente de refrigerio e inspiración que Dios nos da, rescataremos el sentido de coexistencia, se establecerán relaciones genuinas donde se experimente de verdad «el compartir juntos con alegría y sencillez de corazón» combatiendo así la deshumanización y el individualismo que caracteriza nuestra sociedad. Esto se verá reflejado en otras células en diferentes grupos de la sociedad, convirtiéndose de esta manera en el mayor aporte para la paz de nuestro país y en nuestra principal herramienta para que otros conozcan a Cristo recibiéndolo como su Señor y Salvador.

El Señor Jesucristo nos dio ejemplo de la vida en célula, ejemplo que los discípulos aprendieron ya que fue en este hermoso ambiente de amor, compañerismo y unidad, donde el Espíritu Santo fue derramado en medio de ellos. De igual manera, el Espíritu Santo está presente en toda célula, repartiendo a cada miembro la unción que necesita, llevándole en un proceso continuo y progresivo de madurez, en el cual cada uno va siendo moldeado conforme a la imagen de Jesucristo. Inicie su célula con la gente que más ama: con su familia.

Raíces Profundas


Cuentan que un hombre edificó su casa y decidió embellecerla con un jardín interno. En el centro plantó un roble que crecía lentamente, cada día echaba raíces y fortalecía su tallo, convirtiéndolo en un tronco capaz de resistir los vientos y las tormentas.
Junto a la pared de su casa, el hombre, plantó una hiedra y la misma comenzó a levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados, mientras que el roble crecía silenciosa y lentamente.
“¿Cómo estás, amigo roble?”, preguntó una mañana la hiedra.
“Bien, mi amiga” contestó el roble.
“Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura”, agregó la hiedra con mucha ironía. “Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en fondo del patio”.
“No te burles amiga”, respondió muy humilde el roble. “Recuerda que lo importante no es crecer de prisa, sino con firmeza”.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
El tiempo siguió su marcha y el roble creció con su ritmo firme y lento.
Una noche, una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la ciudad. Fue una noche terrible
El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida de la pared y estaba enredada en sí misma, en el suelo, al pie del roble. Entonces el hombre decidió arrancar la hiedra y la quemó.
A veces, como el roble, somos testigos de cómo la gente, sin hacer mucho esfuerzo e inclusive haciendo las cosas sin mucha transparencia van avanzando rápidamente y pareciera que han alcanzado mucho más que nosotros que buscamos obrar bien.
Nos podemos sentir decepcionados, frustrados e incluso, en nuestra impotencia, cuestionamos a Dios por lo que estamos viviendo. No comprendemos cómo es posible que haciendo las cosas como Él nos pide, nuestro avance sea tan lento o casi nulo y que los otros, que deciden vivir de acuerdo a su conveniencia y superficialmente estén mejores.
No hagas caso de las burlas ni te fijes en cuánto ellos han crecido, lo cierto es que su futuro no es prometedor. Aunque ahora no lo veamos, sabemos que la perversidad nunca produce estabilidad pero las raíces de los justos son profundas (Proverbios 12:3 NTV)
Mantente firme en tu llamado, cumple tu misión y no mires a los demás. Si perseveras y vas afirmando tus raíces, no habrá tempestad que pueda arrancarte.

“Los malvados se enriquecen temporalmente, pero la recompensa de los justos permanecerá”. Proverbios 11:18 NTV

El Valor Del Ejemplo


“...Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. (Números 13:30)


Para iniciar cualquier proyecto de vida, sea éste pequeño o grande, será necesario que nos sentemos primero a planificar qué haremos, para alcanzar o coronar con éxito nuestra meta, y aún planificar cómo superar los obstáculos que pudieran presentarse en el camino. Veamos un ejemplo utilizando el modelo del pueblo de Israel; Dios los había sacado de la esclavitud con la promesa de llevarlos a habitar una tierra donde fluía leche y miel. Hay que destacar que siempre será factor determinante, para que se cumpla en nosotros el plan de Dios, la actitud con que asumamos las situaciones que Dios nos permita vivir hasta que alcancemos nuestra meta.
Al igual que los espías, muchas veces vemos a nuestra tierra prometida como el lugar ideal donde todo es bueno; nos damos cuenta de todo lo que podemos tener, pero los pequeños detalles nos asustan. Aquí es cuando sólo depende de nosotros el creerle a Dios y tomar la decisión de hacer o no hacer lo que nos manda. Con el ejemplo de este singular varón, nos damos cuenta que frente a las circunstancias diversas de la vida podemos ser víctimas o victoriosos.
Pero recuerde siempre que, Cristo quien vive en usted, fue victorioso; deje que la vida del que venció la muerte, comience a traslucirse a través de la suya, permítale a Él poner victoria donde haya derrota y paz en medio de cualquier situación que le ocasione angustia.
Él fue uno de los únicos adultos que dejaron Egipto y entraron a la tierra prometida; fruto de su coraje y valentía al momento de exponer una verdad, a pesar de encontrarse en minoría y no dejándose intimidar por las circunstancias, Caleb no vendió el principio de mantenerse fiel a lo que Dios le había prometido.

Como Caleb, no debemos ser hombres o mujeres de gran fe solamente, sino hombres y mujeres de fe en un gran Dios. Fortaleza que provenía de su conocimiento de Dios y no de lo que se sabía capaz, ni de lo hábil que era. NO OLVIDE, muchas veces el estar de acuerdo con lo que Dios nos manda, implicará estar en desacuerdo con los hombres.

jueves, 14 de julio de 2016

Dios Endereza Los Pasos


“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”. (Salmo 40:1)
Es sabio el hombre que escoge buenas compañías. «...Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33). El seguir la ley de Dios es luz que endereza los pasos, porque la Palabra de Dios ilumina nuestros caminos.
Es necesario recordar que las tribulaciones, infortunios o trabajo que nos toque pasar en la vida, no deben perturbar nuestro ánimo, sino que debemos estar listos a oír la voz de Dios, recibiendo su aliento y fortaleza.
El hombre que sabe esperar en Jehová posee gran virtud. La sabia y calmada espera, moldea en nosotros su carácter y nos lleva a desarrollar paciencia, mansedumbre y disciplina. Aprender a esperar con paciencia, es algo que debemos desarrollar y que todo hijo de Dios debe cultivar. Además, recordemos que la paciencia es fruto de vivir llenos del Espíritu Santo.
Esta cualidad nos permitirá disfrutar más de sus promesas y deleitarnos en aquellas bendiciones que llegan a quienes así lo hacen. La espera nos enseña a disfrutar y vivir a plenitud las bendiciones que nuestro Padre nos ofrece.
Es en los tiempos de espera que él nos oye y extiende sus brazos, para restaurar cualquier «partecita» de nuestro ser que necesite ser pulida. Al clamar a Dios hay que saber esperar con paciencia, porque aún cuando estemos en el pozo de la desesperación, él es capaz de volver a enderezar nuestros pasos y poner nuestros pies sobre la roca.

Esperemos cada día vivir confiados en Papá Dios y veremos pronto su respuesta. No pensemos en los días que llevamos tratando de oír su voz y dirección. Determinemos que éste es el día en el que hallaremos la solución a la necesidad más apremiante en nuestra vida. Cuando tomamos la actitud de esperar, estemos seguros que el Señor ya está haciendo su trabajo, lo que será más fácil para esperar lo que él ya tiene preparado; y así cada día será calmado, sereno y de paz para nuestra alma.

MI VERDADERO PAPÁ


“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. (Salmo 27:10)


Nuestra vida tiene origen en la mente y en el corazón de Dios. En el Manual de Vida encontramos: «Con amor eterno te he amado» (Jeremías 31:3b). Conocer a Dios como Padre es encontrar el principio de salud integral, el comienzo de una nueva vida enmarcada en el amor, es recibir en sus brazos la provisión de aceptación, seguridad y amor que todos los seres humanos necesitamos para disfrutar una vida de éxito y felicidad.
A lo mejor, en nuestros primeros años tuvimos experiencias dolorosas que  nos condicionaron negativamente hacia Dios como Padre; porque inconscientemente proyectamos nuestros resentimientos y decepciones con nuestros padres terrenales, hacia Él. Es por eso que cuando viene Papá Dios con su gran ofrecimiento, nos resulta difícil creer y aceptar su amor, aunque lo necesitamos desesperadamente. Más, el sobrenatural amor de Dios sigue allí, firme, inmenso, inconmovible, hasta que logra derribar las barreras, sanar las heridas, quitar la dureza, y entender que el amor de Dios es el único que llena todo vacío y sana todas las heridas del alma.
Cuando entendemos que Él nos hizo con ternura y sus dedos nos diseñaron con gran cuidado y maestría, y que su Presencia permanece siempre con nosotros, que nunca nos ha dejado, sino que, por el contrario nos ama entrañablemente, y por ello estuvo dispuesto a pagar un precio muy alto, -pero que Él consideró justo por la gran estima que nos tiene: entregar a su propio Hijo a morir en nuestro lugar-, entendemos entonces que Él es nuestro verdadero Padre y empezamos a disfrutarle como tal.
Descubrir y experimentar personalmente ese amor, restaura nuestra autoestima y valía; y en aquellos que fueron abandonados por sus padres, se elimina todo sentimiento de orfandad y soledad. Esto nos lleva en primer lugar a restaurar nuestra comunión con Papá-Dios, y en segundo lugar a perdonar a nuestros padres, amarles y honrarles. De esta manera comienza

a fluir la salud total en nuestro ser, llevándonos a vivir como verdaderos hijos, como personas realizadas y de bendición; nuestra óptica de la vida cambia y como resultado, nos convertimos en verdadera respuesta para nuestra familia y para la sociedad.

Preparémonos Para Vivir Cada Día


“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré” (Salmo 5:3)

Cuando el buscar a Dios se vuelve parte de la vida, pronto descubriremos ¡cuán diferente se puede vivir cada día! La presencia de Dios es para sus hijos como una isla de descanso, como una medicina para el dolor, como un torrente de agua fresca en medio del desierto. Quizá la descripción más fiel es la del Salmo 42: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía».
Cada vez que levantamos la mirada a Papá Dios, cada vez que buscamos su mano, cada vez que acallamos nuestro espíritu para escucharle, encontramos un lugar de refugio que nadie nos puede quitar. Basta con disponernos, buscarle con todo el corazón, y allí está Él. Se encuentra en todo lugar, no hay sitio sin su presencia, va con nosotros. El nos acompaña a cada lugar a donde vamos, aún en medio de los afanes de la vida le podemos hallar.
Tal vez usted no conozca a Dios lo suficiente y solamente salga de sus labios una sencilla oración, pero cuando ore, crea que Él le está escuchando, entonces, sentirá cómo sus pensamientos se entrelazan con los de Él en una dulce y tierna conversación. Experimentará que su oración es escuchada y que es capaz de transformar los más frustrantes pensamientos de dolor en pensamientos de gozo y vida. La oración ablanda el corazón de piedra, sana al enfermo, produce milagros y lo más importante, la oración trae la misericordia de Dios sobre nuestra vida.
El gran secreto de los hombres y mujeres de éxito reside en la oración. Por la oración el pueblo de Israel halló la victoria ante sus enemigos en circunstancias realmente difíciles; por la oración de un hombre Dios detuvo el sol, dividió el mar, hizo llover fuego del cielo, calmó la tempestad, resucitó muertos, fue multiplicado el pan y fue devuelta la vista a los ciegos.
¿Quiere tener poder sobre el enemigo? Ore. ¿Necesita fuerza para resistir los sufrimientos? Ore. ¿Qué necesita hoy? Dios es la fuente de todo, allí usted beberá gratuitamente. Tendrá a su disposición toda la misericordia de Dios, serán suyos el consuelo y la esperanza. Hallará allí dirección sabia para escoger el mejor camino, el de la vida y el de la victoria.

“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Juan 7:37b

Vuelve Hijo Mío


“...y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes”. (Lucas 15:12)


Vuelve hijo mío... es el continuo llamado de Dios a sus hijos. El experto en perdonar espera hoy que decidamos volver nuestro corazón a Él.
Recordemos el ejemplo del hijo pródigo que cansado de sentirse limitado, anhelando la independencia, incapaz de soportar más el cuidado de su padre, creyendo que se estaba perdiendo de grandes cosas; pidió a éste la parte de su herencia, buscó ser su propio dueño y desperdició en poco tiempo lo que su padre le había entregado. Así mismo, cuando Dios ve que despreciamos la vida que Él nos brinda, nos deja en libertad de vivir lo que nosotros creemos que nos hará felices.
Dios nos llevará a descubrir por medio de la prueba o la adversidad que el alejarnos de Él para vivir nuestra propia vida, no es sino cambiar un yugo liviano por uno pesado y difícil, y dejar a un padre amoroso por muchas ilusiones pasajeras, que terminan siempre dejando profundas huellas de dolor y pena en nuestro corazón.
Cuando decidimos que nuestra vida es mejor al lado de Papá, que estar cerca de él no es perder la libertad sino ganar la bendición, que estar bajo su autoridad no es esclavitud sino la mayor realización, damos el primer paso para la vida plena, excelente y abundante, llena de poder y de desafíos, para alcanzar el vuelo del águila imperial, dejando a nuestro paso, una estela de bendición.
Meditando en esta gran enseñanza, es tiempo de reconocer que muchas veces nos equivocamos, y le volvemos la espalda a Dios, cuando Él siempre ha estado dispuesto a llevarnos cada día por el camino de la victoria, aún en medio de las circunstancias más difíciles. Nunca esperemos a que las cosas se pongan tan difíciles como lo fueron para este hijo ingrato, no tenemos necesidad de vivir tal desolación y escasez; miremos al único que puede ayudarnos y guiarnos con inteligencia a las buenas decisiones.

Él es feliz procurando nuestra propia felicidad. Como Padre, lo que quiere es nuestra realización y bienestar, y aun más, pues es el Padre Celestial «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?» (Mateo 7:11).