“Nadie
puede escoger la forma en que llegó al mundo, pero si puede decidir como
abandonarlo”.
Esta
frase se la escuché hace algún tiempo a un reconocido humorista Colombiano,
quien nos contaba la suma pobreza en la que se había levantado, el machismo que
había presenciado en su hogar y el poco o nulo conocimiento de Dios al que
había sido expuesto en su niñez.
Entre
lágrimas y risas nuestro expositor nos detallaba las circunstancias poco
favorables en las que había crecido, pero también exponía las decisiones que le
habían llevado a cambiar el futuro, que muchos, incluso él mismo, pintaban
oscuro.
En
primer lugar y a pesar de sus influencias, un día decidió abrir su corazón a
Dios, le pidió que entrara en su vida y que fuese su Señor. Más adelante, logró
superar la raíz de machismo sembrada en su niñez y debido a su mucho esfuerzo y
dedicación logró tener éxito en su carrera, dejando atrás su historia de
pobreza y ruina. Si bien es cierto que él no había podido cambiar su pasado, si
logró cambiar su futuro.
En
muchas ocasiones culpamos a nuestros padres, pareja, hijos, sociedad e
inclusive gobiernos por nuestras situaciones difíciles, por la falta de
oportunidades o circunstancias actuales, y si bien es cierto que nuestro pasado
puede influir de manera significativa en nuestro presente, también es certero
que Dios nos da la oportunidad de cambiar nuestro futuro, no sólo el que
disfrutaremos aquí en la tierra sino en la eternidad.
“Al
cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra vosotros de que he puesto
ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida
para que vivas, tú y tu descendencia.” Deuteronomio 30:19
Cada
persona tiene la oportunidad de escoger su propio destino. Toma las decisiones
correctas, escoge la vida, decídete por Cristo y disfrutarás un futuro muy
diferente al que te ofrecieron tus padres o al que vienes forjando tu mismo.
No
podemos escoger cómo llegamos a este mundo pero sí la forma en que nos vamos de
él.
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