Hace
poco veía una película animada con mi sobrina, donde la princesa y a la vez,
protagonista, tenia malentendidos con su madre, sencillamente no se
comprendían, tenían formas de ser muy diferentes y puntos de vista
completamente opuestos. Cierto día la princesa se molesta con su madre y huye
al bosque donde se topa con una anciana hechicera, quien le provee con un
pastel encantado el cual quitaría los problemas de la inocente joven.
Esta
escena me recordó a nuestras actitudes en muchas oportunidades. Tenemos un
problema, una enfermedad o una dificultad y deseamos una solución mágica. Es
más, en la mayoría de los casos cuando buscamos a Dios esperando una respuesta,
damos por hecho que ésta será instantánea y que no exigirá nada de nuestra
parte.
Pero
la realidad es que Dios no es un Dios de pócimas o palabras mágicas. El es un
Dios que obra con un propósito y que conoce lo que en realidad necesitamos. El
sabe si el problema en nuestras vidas es la cuenta que tenemos que pagar o si
en realidad la dificultad radica en que no sabemos administrar bien nuestro
dinero. Dios nos conoce mejor que nosotros mismos y eso es algo que debemos
aprender.
Cuando
nos enfermamos y vamos donde el doctor, él nos sienta en la camilla, luego
empieza a examinarnos, nos pide que abramos la boca, que respiremos profundo y
exhalemos por la boca. Nosotros sencillamente seguimos las indicaciones del
médico, entendemos que él puede identificar mejor que nosotros lo que en
realidad padecemos y por ende darnos la solución perfecta.
Dios,
puede examinar nuestro corazón, Él tiene la capacidad de ver lo que ningún
hombre alcanza a analizar, solo Él conoce las intenciones más profundas del ser
humano y desea tratar directamente con ellas y no con las cosas externas que
reflejamos.
Permítele
a Dios que examine tu corazón, no te presentes delante de Él, diciéndole qué es
exactamente lo que necesitas y el remedio que te gustaría tomar y por cuanto
tiempo, reconoce su grandeza y capacidad para ver y entender lo que tú no
logras comprender. Hoy no ores por una respuesta mágica o una solución
instantánea a tu dificultad o problema. Pídele a Dios que mire la raíz de éste
y lo trate. Ora a Dios para que mire el fondo de tu corazón y te dé el
diagnóstico perfecto.
“Examíname,
Oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay
en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. Salmo 139:23-24
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