"Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de
vosotros". (1 Pedro 5:7)
Las dificultades revelan nuestra
debilidad, nuestra impotencia y nuestra vulnerabilidad ante situaciones que se
escapan de nuestro control. Esto nos lleva a entender que no podemos ser
autosuficientes, que necesitamos de Dios. La clave para hallar el descanso es
derramar delante del Señor el corazón, confesando aun errores cometidos,
colocando delante de Él la queja, lo que nos inquieta, lo que nos duele,
nuestra frustración; es entregarse a Dios para que Él venza cualquier
dificultad que tengamos; es entender que el único verdaderamente compasivo ante
nuestros sufrimientos es Aquel que sufrió hasta la muerte de cruz y en quien
tuvimos libre acceso al Padre, al que todo lo puede, al que es el oportuno
socorro para nuestra alma.
Sólo el Señor tiene el poder y la
autoridad para conocer el estado de nuestra alma, de nuestro corazón; Él sabe
muy bien de nuestras angustias y cargas, por eso nos ofrece aliviarlas. Él nos
dice: "vengan a mí", lo que significa que siempre estará esperando
que nosotros vayamos a su Presencia en oración y sobre todo con la fe y la
confianza que Él merece. Sólo Jesús nos hace descansar, de tal manera que
nuestra pesada carga se convierte en algo liviano y fácil de llevar. De esta
manera se nos abre un panorama lleno de esperanza, donde las aflicciones se
tornan en un futuro consolador.
Cuando dejamos que nuestra alma y
nuestro corazón se llenen de angustia, cuando acumulamos y guardamos heridas,
rencores, malos deseos, miedos; llegará un momento en que no soportamos más, y
hasta perdemos de vista nuestra relación con Dios y nuestra posición como hijos
suyos. Terminamos apesadumbrados y derrotados.
Descansar en el Señor es una muestra
de confianza. Él conoce nuestra senda como lo dice su Palabra, Él lo sabe todo,
y no necesitaría que se lo digamos; pero cuando lo hacemos, cuando le hablamos
acerca de nuestros problemas, cuando ponemos nuestra vida en sus manos, nuestro
corazón recibe alivio, descansa y queda vacío para poder ser lleno del amor de
Dios y de su Palabra que nos guía y nos conforta para seguir adelante. Además,
en nuestros corazones, ahora confiados y seguros, se producirán alabanzas y
acciones de gracias genuinas hacia Dios, porque hemos visto su ayuda y somos
conscientes de haber sido alcanzados por su misericordia.
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