lunes, 5 de septiembre de 2016

La restauración de la familia


“Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. (Malaquías 4:6)

Para la familia en crisis no hay otra respuesta que la divina. Solo la intervención de Dios en el corazón de cada persona, fortalecerá los lazos familiares. Una familia temerosa de Dios le busca y rinde su vida, sus anhelos y sueños delante del Señor.
Es pues, un imperativo para todos los cristianos edificar primero un buen hogar, ya sea en su papel de padres o de hijos. La advertencia en este pasaje es muy severa, ya que si el corazón del hombre no se vuelve hacia la familia, se manifestarán entonces las consecuencias de la ausencia de la bendición de Dios. Pero el último versículo del Antiguo Testamento trae una grandiosa promesa y también una fuerte advertencia. La promesa es la reconciliación y la unidad para toda familia que vuelve sus ojos a Dios y le entrega la dirección de su hogar.
Tuve la oportunidad de conocer la historia de una mujer que guardaba en su corazón un profundo odio contra su madre, por la forma como fue tratada y abandonada durante su niñez. Asistió a una reunión donde se enseñaba la importancia del perdón para ser sanados de la terrible enfermedad de la amargura y ser libres para remontarse a una vida excelente y fructífera. Además, escuchó por primera vez el primer mandamiento con promesa, que es honrar a los padres y le explicaron cómo debía hacerlo.

Es bueno añadir que esta mujer, cuyo oficio era cultivar la tierra, trabajaba infructuosamente pues desde hacía mucho tiempo, la tierra no le daba fruto. Ella tomó literalmente la enseñanza del profeta Malaquías. Así que se levantó, buscó a su madre, le pidió perdón y hoy, su pequeña finca está teniendo una cosecha jamás vista. ¿Es coincidencia?, o ¿es el resultado de obedecer lo que dice el Señor? Valdría la pena en este día examinar cómo está nuestro corazón con respecto a nuestros padres, también examinar qué resultados estamos cosechando en nuestra vida. Que no nos suceda como dice el rey David en el Salmo 127, que estemos comiendo «pan de dolores», a causa de no reconciliarnos con los miembros de nuestra familia.

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