“Bendeciré a Jehová en todo tiempo;
su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo
oirán los mansos, y se alegrarán” Salmo 34:1-2
Dios Padre no cambia jamás, aunque
muchas situaciones a diario sean duras, aunque el camino sea difícil y lleno de
obstáculos, los hijos de Dios estamos llamados a seguir confiando en la
grandeza del Señor, y a no desmayar en ningún momento. Su Palabra nos invita
para que exaltemos y alabemos el nombre de nuestro Dios, reconociendo su poder
en todo tiempo y lugar.
Alabar a Dios en todo tiempo, quiere
decir, que no importa el momento, la circunstancia o la crisis personal o
familiar por la que estemos atravesando; simplemente debemos desarrollar una
alabanza continua y genuina. Cuando lo alabamos aprendemos a confiar y a
descansar en el Señor. Cuando son los temores los que se apoderan de nuestro
ser, debemos combatirlos alabando, cantando himnos y cánticos espirituales para
el Señor. Alabarlo es volver nuestro corazón a Dios, y su misma presencia
estará cercana a nuestras vidas.
Es Dios quien nos libra de todos
nuestros temores, pues muchas veces creemos estar solos y desamparados, pero
jamás es así; el Señor nos prometió su Presencia eterna y de esa manera se
cumple en nuestra vida. Ser victoriosos es saber que le pertenecemos a Él y que
nada podrá hacernos daño. Debemos practicar más la alabanza para el Señor, la
alabanza es una forma de oración que agrada al Señor; Dios como Padre y Señor
espera que nosotros sus hijos le alabemos, así cada día comprenderemos más de
cerca la grandeza del Señor.
Alabar a Dios en medio de una adversidad nos dará confianza y fortaleza
para seguir adelante, pues nos ayuda a comprender que el poder de Dios está