“El fin de todo el discurso oído es éste:
teme a Dios, y guarda sus mandamientos”. (Eclesiastés 12:13)
Cuando encontramos declaraciones como
éstas, acerca de la Palabra de Dios, nos damos cuenta que la frase «temor de
Dios», está relacionada con la obediencia. «El que tiene mis mandamientos, y
los guarda, ése es el que me ama...» (Juan 14:21).
Podemos decir entonces, que quien oye la
voz de Dios, la guarda en su corazón y la pone por obra, experimenta libertad
de todo temor, se siente seguro y confiado, sabe que Dios le respaldará, le
prosperará y lo bendecirá en todo lo que emprenda. No así el que le desobedece,
ya que a éste, si bien Dios no lo acusa, lo hace su conciencia. Transgredir las
leyes establecidas por Dios, lo hace culpable y como consecuencia experimenta
angustia y temor.
Dios nos ha dado la fórmula del buen
vivir: «Cuidarás de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para
que viváis» (Deuteronomio 8:1). ¿Por qué, entonces, pasarse la vida entera
luchando por ser feliz, o hacer muchas cosas para ganar aprobación de Dios?
Podemos disfrutar el verdadero sentido de
la vida, si vivimos de acuerdo con lo establecido por Dios. Como bien aclara el
rey Salomón, podemos y debemos disfrutarlo, pero como resultado de obedecer y
guardar los mandatos de Dios. Cuando lo hacemos de esta manera, descubrimos el
verdadero propósito y significado de la vida para la cual Dios nos creó.
Vivir sus mandamientos y obedecerlos nos
lleva a experimentar la plenitud de su bendición aquí en la tierra, para
nosotros y para nuestras futuras generaciones.
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