Y quitó Jehová la aflicción de Job,
cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que
habían sido de Job (Job 42:10)
Son muchos los que han oído hablar de este hombre que tuvo que pasar por muchas pruebas y adversidades pero que, gracias
que esperó siempre una respuesta de parte de Dios y estuvo dispuesto a
aprender, a ser formado y tratado por las amorosas manos de su Alfarero divino,
pudo transformar su adversidad en la mayor bendición para su vida.
Es posible que hoy en día estemos
atravesando una situación semejante a la de Job, con dificultades personales,
familiares, económicas. Es posible que, al igual que Job estemos concentrados
en el problema y miremos más la adversidad que a Dios mismo. Algo semejante fue
lo que vivió Pedro cuando caminaba sobre las aguas; apartó su mirada del Señor
y experimentó que se hundía. Casi todos hemos tenido momentos de duda o
incredulidad que nos impiden ver los milagros y la respuesta de Dios, y nos
hacen percibir los problemas como grandes e imposibles de resolver (Mateo
14:28-30).
Pero hay algo maravilloso que muchos no
conocen, y es la forma como Job logró ver la gloria de Dios en medio de la
situación adversa. Dice la Biblia que cuando Job oró por sus amigos, Dios quitó
su aflicción y aumentó al doble lo que antes tenía. El secreto está en dejar de
mirarnos a nosotros mismos, en dejar de mirar sólo el problema, y buscar a Dios
en oración, disponiéndonos aun a orar por otros, y a ser instrumentos en las
manos de él para bendición de otros. Cuando intercedemos por nuestros
familiares, amigos, discípulos y por el mundo, vemos cómo Dios actúa,
fortaleciendo nuestra fe, respondiendo a nuestra necesidad y quitando la
aflicción.
La oración de intercesión es una de las
formas de orar que indiscutiblemente nos lleva a ver los grandes milagros y
maravillas que el Señor hace a favor nuestro y de aquellos por los cuales
intercedemos. Tome hoy mismo la decisión de dejar las dificultades en las manos
de Dios y orar por otras personas.
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