lunes, 10 de octubre de 2016

Venciendo Los Temores


“Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:35-40)

Todos los seres humanos experimentamos miedos, temores y fobias; pero cada uno de nosotros reaccionamos diferente frente a cada uno. A través de estos minutos trataremos este interesante tema, y la Teoterapia como respuesta a esta serie de conflictos.
El miedo es un sentimiento de inquietud causado por un peligro real o imaginario; cuando hablamos de miedo es importante destacar el rol que juega la imaginación, ya que esta se convierte en un poderoso aliado. Debido a esto el miedo se vuelve real; aportando consecuencias emocionales y hasta físicas.
Aunque los discípulos de Jesús eran pescadores experimentados, que conocían el Mar de la Galilea, pues habían vivido y trabajado en ese lugar toda su vida, enfrentaron una crisis personal de miedo que los llevó incluso al pánico a causa de una gran tormenta desatada en medio del lago. Las circunstancias eran reales, pero su imaginación los llevó a creer que morirían ese día.
Estaban con el Maestro, y aunque lo habían visto hacer muchos milagros, su inseguridad no les permitió creer que esa situación también la tenía Él en sus manos. Por lo tanto, el miedo iba tornándose en angustia y pánico, y aunque quizá comenzó en uno o dos de ellos, rápidamente se transmitió a todo el grupo. Aunque la tormenta era real, el temor la convertía en una amenaza mortal que los amedrentaba y afligía, al punto de perder toda esperanza de sobrevivir. Jesús entonces, los confronta con su falta de fe, atribuyendo a esto, el principal motivo de todos sus problemas.

Muchas veces nosotros como hijos de Dios también experimentamos este tipo de situaciones, cuando sentimos miedo al futuro, a la muerte, a la enfermedad, a la soledad, a la crisis económica, miedo a la gente, miedo al fracaso, etc., y creemos que Jesús está desentendido de lo que nos sucede; nuestros miedos pueden convertirse en verdaderas tormentas internas, pero la palabra de Dios nos ratifica que el remedio para este mal es la fe, y ésta puede llegar a ser el recurso más poderoso e inquebrantable cuando de hacerle frente a la vida se trata.

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