Hebreos 13:1-19 DHH
No dejen de amarse unos
a otros como hermanos. No se olviden de ser amables con los que lleguen a su
casa, pues de esa manera, sin saberlo, algunos hospedaron ángeles. Acuérdense de los presos, como si también
ustedes estuvieran presos con ellos. Piensen en los que han sido maltratados,
ya que ustedes también pueden pasar por lo mismo. Que todos respeten el matrimonio y mantengan
la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que
cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio. No amen el dinero; conténtense con lo que
tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca te dejaré ni te abandonaré.» Así que
podemos decir con confianza: «El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué me puede
hacer el hombre?» Acuérdense de quienes
los han dirigido y les han anunciado el mensaje de Dios; mediten en cómo han
terminado sus vidas, y sigan el ejemplo de su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
No se dejen ustedes llevar por enseñanzas diferentes y extrañas. Es mejor que
nuestros corazones se fortalezcan en el amor de Dios que en seguir reglas sobre
los alimentos; pues esas reglas nunca han sido de provecho. Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen
derecho a comer los sacerdotes del antiguo santuario. Pues el sumo sacerdote
lleva la sangre de los animales al santuario, como ofrenda para quitar el
pecado, pero los cuerpos de esos animales se queman fuera del campamento. Así
también, Jesús sufrió la muerte fuera de la ciudad, para consagrar al pueblo
por medio de su propia sangre. Vayamos, pues, con Jesús, fuera del campamento,
y suframos la misma deshonra que él sufrió. Pues en este mundo no tenemos una
ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad
futura. Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta
alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémoslo, pues, con nuestros
labios! No se olviden ustedes de hacer el bien y de compartir con otros lo que
tienen; porque éstos son los sacrificios que agradan a Dios. Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a
ellos, porque ellos cuidan sin descanso de ustedes, sabiendo que tienen que
rendir cuentas a Dios. Procuren hacerles el trabajo agradable y no penoso, pues
lo contrario no sería de ningún provecho para ustedes. Oren por nosotros, que estamos seguros de
tener la conciencia tranquila, ya que queremos portarnos bien en todo. Pido
especialmente sus oraciones para que Dios me permita volver a estar pronto con
ustedes.
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