miércoles, 30 de septiembre de 2015

Jehová, escucha mi oración,

Y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; Inclina a mí tu oído; Apresúrate a responderme el día que te invocare. Porque mis días se han consumido como humo, Y mis huesos cual tizón están quemados. Mi corazón está herido, y seco como la hierba, Por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido Mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al pelícano del desierto; Soy como el búho de las soledades; Velo, y soy Como el pájaro solitario sobre el tejado. Cada día me afrentan mis enemigos; Los que contra mí se enfurecen, se han conjurado contra mí. Por lo cual yo como ceniza a manera de pan, Y mi bebida mezclo con lágrimas, A causa de tu enojo y de tu ira; Pues me alzaste, y me has arrojado. Mis días son como sombra que se va, Y me he secado como la hierba. Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre, Y tu memoria de generación en generación. Te levantarás y tendrás misericordia de Sion, Porque es tiempo de tener misericordia de ella, porque el plazo ha llegado. Porque tus siervos aman sus piedras, Y del polvo de ella tienen compasión. Entonces las naciones temerán el nombre de Jehová, Y todos los reyes de la tierra tu gloria; Por cuanto Jehová habrá edificado a Sion, Y en su gloria será visto; Habrá considerado la oración de los desvalidos, Y no habrá desechado el ruego de ellos. Se escribirá esto para la generación venidera; Y el pueblo que está por nacer alabará a JAH, Porque miró desde lo alto de su santuario; Jehová miró desde los cielos a la tierra, Para oír el gemido de los presos, Para soltar a los sentenciados a muerte; Para que publique en Sion el nombre de Jehová, Y su alabanza en Jerusalén, Cuando los pueblos y los reinos se congreguen En uno para servir a Jehová. El debilitó mi fuerza en el camino; Acortó mis días. Dije: Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días; Por generación de generaciones son tus años. Desde el principio tú fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido los mudarás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no se acabarán. Los hijos de tus siervos habitarán seguros, Y su descendencia será establecida delante de ti. Salmos 102:1-28

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