miércoles, 30 de septiembre de 2015
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temor y reverencia a Dios
Ellos oyeron un imponente toque de trompeta y una voz tan temible que le suplicaron a Dios que dejara de hablar. Retrocedieron tambaleándose bajo el mandato de Dios: «Si tan solo un animal toca la montaña, deberá morir apedreado». Incluso Moisés se asustó tanto de lo que vio, que dijo: «Estoy temblando de miedo». En cambio, ustedes han llegado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, y a incontables miles de ángeles que se han reunido llenos de gozo. Ustedes han llegado a la congregación de los primogénitos de Dios, cuyos nombres están escritos en el cielo. Ustedes han llegado a Dios mismo, quien es el juez sobre todas las cosas. Ustedes han llegado a los espíritus de los justos, que están en el cielo y que ya han sido perfeccionados. Ustedes han llegado a Jesús, el mediador del nuevo pacto entre Dios y la gente, y también a la sangre rociada, que habla de perdón en lugar de clamar por venganza como la sangre de Abel. Tengan cuidado de no negarse a escuchar a aquel que habla. Pues, si el pueblo de Israel no escapó cuando se negó a escuchar a Moisés, el mensajero terrenal, ¡ciertamente nosotros tampoco escaparemos si rechazamos a aquel que nos habla desde el cielo! Cuando Dios habló desde el monte Sinaí, su voz hizo temblar la tierra, pero ahora él hace otra promesa: «Una vez más, haré temblar no solo la tierra, sino también los cielos». Eso significa que toda la creación será agitada y removida, para que solo permanezcan las cosas inconmovibles. Ya que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos y agrademos a Dios adorándolo con santo temor y reverencia, porque nuestro Dios es un fuego que todo lo consume. Hebreos 12:19-29 NTV
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