miércoles, 31 de agosto de 2016

Alcanzando La Misericordia De Dios




“Jehová Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia con tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón”. (2 Crónicas 6:14)

Con estas palabras comienza su oración el rey Salomón, el día que dedicó a Dios el templo de Jerusalén. Salomón había conocido, a través de las enseñanzas de su Padre, que Dios era bueno, misericordioso y fiel. Pero ahora, Él mismo era testigo de cómo Dios guardaba sus promesas y cumplía sus Palabras. Dios había dicho a David que un hijo suyo edificaría casa a su nombre y se sentaría en el trono de Israel, y ahora, las dos cosas eran una realidad (2 Crónicas 6:15).
Pero Salomón también había entendido que Dios guarda su pacto y su misericordia con aquellos que lo aman, que le buscan y que andan delante de Él, con perfecto corazón, por eso escuchó muy atentamente la voz de Dios cuando le dijo a través de solemnes palabras: «Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos, yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel» (2 Crónicas 7:17-18).
Esta es la razón por la que Salomón no solamente ofrece esta gran obra arquitectónica, sino también su corazón para que en él reine la sabiduría del Señor, para que sus pensamientos, decisiones y acciones glorificaran a Dios, permitiéndole ser un rey justo que dirigiera con sabiduría a su pueblo (2 Crónicas 1:6-12). Es fácil entonces, contar con la ayuda de Dios y disfrutar de su bendición. Lo único que se necesita es creerle y estar dispuestos a obedecerle, para andar en integridad y rectitud y, entonces, agradarle en todo. Dios recompensa a aquellos que se vuelven a Él, le creen y le obedecen. A éstos, jamás deja con las manos vacías, sino que, por el contrario, hace todo lo necesario para bendecirlos, prosperarlos y sacarlos adelante.
Efectivamente, mientras Salomón anduvo en los caminos de su padre, sirviendo a Dios con todo su corazón, andando en integridad y guardando todos sus mandamientos, todo lo que hizo, su vida, su casa, sus negocios, su reino, fueron abundantemente prosperados, hasta llegar a ser el hombre más rico y próspero y el rey más sabio que haya existido jamás.

¿Quiere ver usted la bendición y la misericordia de Dios sobre su vida?

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