“Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí,
y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas
ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a
la ley; y si perezco, que perezca”. (Ester 4:16)
Este pasaje es un ejemplo de valor y
decisión; mujeres como ésta son las que necesita nuestro país; mujeres que se
levanten ya para ser respuesta, solución y alivio.
Ester tuvo que poner en juego su
vida, siendo su fe y la confianza en Dios la herramienta con la que pudo
enfrentar esta situación difícil. La seguridad en Dios resulta de conocerlo
como el Padre amoroso que no nos dejará y siempre nos respaldará, dándonos la
fuerza y el valor que necesitamos para cumplir sus propósitos.
Cuando tenemos puesta la confianza en
Dios y él es nuestro fundamento, no hay situación que nos haga tambalear ni nos
mueva el piso. En una hermosa parábola, Jesucristo compara nuestra vida de fe
con un hombre que construye su casa sobre la roca. Cuando vienen la tempestad,
el huracán y la tormenta, por fuertes que sean, la casa permanece; no así
cuando la casa está edificada sobre la arena, que por ser movediza, se cae.
El estar seguros de ser objeto de los
pensamientos de Dios y sabernos parte de Su plan maravilloso de su amor hacia
la humanidad, hace que cualquier hijo de Dios plenamente identificado con su
Papá no se atemorice, ni retroceda al enfrentar situaciones de adversidad, sino
que al contrario, brinde respuesta y apoyo a los demás.
El hombre o la mujer que entiende
esto, es libre de los temores con respecto de sí mismo, de su vida, de sus
derechos. Entiende que Dios le guía, le capacita y le recompensa. Ninguno de
quienes esperan en Dios será destruido ni avergonzado.
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