Rom 12:2 No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Hace cientos de años en
Inglaterra, el rey tenía que escoger cocheros para el carruaje real tirado a
caballos. Le hizo una pregunta a cada cochero:
—Si me estuvieras
llevando por un camino en la montaña lleno de curvas, ¿hasta qué punto podrías
acercarte al borde del camino sin caer por la barranca?
El primer cochero se
jactó:
—Soy un conductor
excelente, Su Majestad. Podría manejar llevando el carruaje hasta 50
centímetros del borde a toda velocidad sin desbarrancarme.
El segundo cochero se
jactó:
—Mi habilidad y
experiencia no tienen paralelos, Su Majestad. Yo podría conducir su carruaje a
15 centímetros del borde.
Pero el tercero
respondió:
—Yo no arriesgaría su
vida, Su Majestad. Yo conduciría el carruaje lo más lejos posible del borde.
El rey escogió al
tercer cochero. Era el único más interesado en la seguridad del rey que en
presumir.
Existe una actitud que
aparece en muchas personas, tanto jóvenes como viejas: "Quiero ver hasta
qué punto puedo acercarme al borde sin meterme en problemas". Lo único que
quieren saber de la escuela es: "¿Qué es lo menos que puedo estudiar y
todavía aprobar las materias?". Su único dilema en cuanto a llevarse bien
con sus padres es: "¿Cuánto les puedo mentir sin que me descubran?".
Su única pregunta en cuanto a tener su vida organizada es: "¿Cuánto
desorden puedo tener en mi habitación?". Y cuando se trata de servir a
Dios, se preguntan: "¿Cuánto puedo pecar y salirme con la mía?".
Las personas útiles
para Dios tienen la actitud del tercer cochero. Piensan: "Para honrar a Dios,
veré qué lejos del borde puedo quedarme".
La batalla entre el
bien y el mal se libra dentro de nosotros. Según Romanos 12:2 tu mente es el
campo de batalla. Para ser diferente, tienes que renovar tu mente, tienes que
pensar como piensa Jesús. Pierde allí la batalla, y la pierdes en tus acciones.
Si dejas que tu mente tenga pensamientos acerca de hacer cosas malas, por
ejemplo, te será fácil ceder a la menor presión para hacer el mal. Pero si
llenas tu mente de pensamientos acerca de hacer el bien y seguir a Dios, tus
acciones serán más y más como las de Cristo. ¡Serás transformado!
Si quieres vivir para Dios no dejarás que sólo
cambie tu conducta. Dejarás que te cambie de adentro para afuera.
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