lunes, 16 de mayo de 2016

Edad de Oro


“En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia. Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia” (Job 12:12-13)

Para el común de la gente llegar a la etapa de la vejez resulta algo desesperanzador, pero no tanto porque teman enfrentar los cambios biológicos de sus células, sino por la influencia de una cultura que rinde culto a la belleza física, a la juventud, a lo material y pasajero de la vida, pero que no reconoce la importancia de los valores espirituales, la sabiduría y la riqueza integral que las personas adquieren con los años.
¡Qué interesante conocer lo que opina el Autor de la Vida! Dejemos que el eco de la dulce voz de Jesús nos recuerde una de sus más preciosas enseñanzas: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7:24-27).
Cuando un hombre o una mujer hacen de Dios el centro de su vida, pueden resistir con altura y dignidad cualquier circunstancia, por difícil que sea; esto les permite vivir con excelencia, trabajando con ahínco y tesón, y esforzándose, con las fuerzas de Dios, por la misma solicitud hasta el final. No temen al paso del tiempo, no se sienten inseguros ni se desaniman ante los surcos de su cara o los hilos de plata en su cabello. Esto les llevará a disfrutar esta etapa a plenitud, considerándola una hermosa oportunidad para afianzar su relación con Dios, profundizar en el conocimiento y la obediencia a su Palabra, mientras Él les va transformando cada día más. De esta manera se convierten en esas personas virtuosas que ganan el amor, aprecio, confianza y reconocimiento de la familia y de la sociedad, pues se convierten en sabios consejeros, verdaderos líderes que conducirán a otros a la felicidad, la armonía y la paz, tal como lo declaró desde hace mucho tiempo el sabio Salomón “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez.” (Proverbios 20:29)

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