“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de
corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en
libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas
4:18-19)
Uno de los resultados esperados cuando experimentamos salud integral, es
decir, en el espíritu, alma y cuerpo, fruto del tratamiento de Dios en nuestra
vida, es que asumimos un compromiso social. Es innegable que Jesús fue un líder
que se interesó por los problemas de su entorno; no sólo de su entorno
inmediato como la Galilea en donde se había levantado, sino que su enseñanza y
obra tuvo que ver con los problemas de la capital de su país, Jerusalén, pero
también de toda Israel y el mundo. Él amó a la humanidad, sintió compasión por
ella y se comprometió por completo, hasta dar su vida, dándonos ejemplo de lo
que debemos hacer nosotros, los que nos identificamos con Cristo, a través de
la fe y recibiendo su mismo Espíritu.
El conocimiento de Dios produce hombres y mujeres transformados desde su
interior que como resultado, cambian las costumbres de las familias, la
sociedad civil, las instituciones y la cultura política de un pueblo, y por
ende, producen transformación en los sectores públicos y privados,
administrativos y gubernamentales.
Sean cuales sean las circunstancias particulares que caracterizan
nuestra vida, estamos llamados a aportar a la transformación de nuestro país,
fruto de conocer a Dios, empezando por un cambio personal y haciendo un
compromiso con el entorno social donde Dios nos ha puesto.
La palabra de Dios en toda su extensión, manifiesta que el ser humano no
es una isla, sino un ser que tiene trascendencia sobre otros seres y sobre la
naturaleza misma. De ahí que la vida cristiana no puede convertirse en un
refugio contra la maldad, sino en comprender que con Dios tenemos el poder y la
fuerza para cambiar las circunstancias, para enfrentarnos al compromiso de
llevar a otros a vivir una genuina reconciliación con Dios y con al ámbito
social en el cual están inmersos.
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