“Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia.
A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré
conmovido”
(Salmo 16:7-8)
¿Se imagina usted cómo puede vivir un ser humano cuando tiene la profunda
convicción de que Dios camina a su lado, le cuida en todo momento, le llena con
su sabiduría y poder, le muestra el camino correcto para no fallar, y aun, le
enseña mientras duerme? El rey David disfrutaba de esta envidiable confianza
porque había cultivado una íntima relación con Dios, en la que él participaba
como hijo amoroso y obediente. El resultado era que no había nada
verdaderamente que pudiera perturbar, inquietar o mucho menos abatir su
corazón.Aunque no tuviera el ejército más numeroso y bien dotado, el Dios que
caminaba con él a su mano derecha, era más fuerte y poderoso que todos. Aunque
no conociera los motivos o las intenciones de sus colaboradores o los planes de
sus enemigos, el Dios que estaba a su diestra sabía todas las cosas, hasta lo
profundo del corazón del hombre y aun, lo que está por venir. Aunque no fuera
perfecto, si permanecía al lado de su Papá Dios, Él lo guardaría hasta de sí
mismo, hasta de su propio corazón cuando tratara de engañarle. Todos tenemos el
privilegio de acudir a Dios, a través de la fe en Jesucristo, en calidad de
hijos suyos, y recibir la dirección que nos conduce a la conquista de nuestra
vida, de nuestra familia y aun, de la sociedad. Él nos da todas las estrategias
para una vida próspera y feliz. Sin embargo, es necesario aclarar que se
requiere un corazón lleno de fe, una actitud humilde y el deseo ferviente de
seguir su consejo, pues de lo contrario, sus sabias enseñanzas pierden su
efectividad en la aplicación personal.
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