jueves, 12 de mayo de 2016

Perseverando en oir y obedecer

 “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:25)

Dios ha dispuesto que a través del ejercicio orientado y juicioso de la voluntad, el hombre pueda alcanzar absolutamente todo lo mejor y más excelente que Él ha puesto a su disposición. Él nunca nos dará nada fácil, pues es un Padre y también nos forma como a hijos.
Todos sabemos que a un hijo al que se le da todo y de una manera fácil, se le malcría y se le echa a perder. Se vuelve orgulloso, insensible y caprichoso. No es capaz de valorar las riquezas que posee y con mucha frecuencia desperdicia las múltiples oportunidades que le dan. Cosecha grandes frustraciones y fracasos y termina echándole la culpa de sus desaciertos, a todos los demás. Por el contrario, cuando el hombre tiene que luchar y sacrificarse por algo, dando lo mejor de sí mismo y entregando su mejor esfuerzo, es capaz de valorar, apreciar y cuidar aquello que ha conseguido. El ejercicio de la perseverancia levanta hombres y mujeres victoriosos, con un carácter firme, maduro y responsable.
Sin embargo, es necesario aclarar que una persona puede insistir en algo inconveniente para sí mismo o para los demás, y en este caso, ya no estaríamos hablando de un triunfador sino de un necio. Es necesario que reconozcamos nuestra incapacidad para identificar lo que nos conviene o no, y que sin importar nuestra edad, estemos dispuestos a reconocer que el precepto que viene de Dios es bueno, es puro, es perfecto; sus mandamientos limpian nuestro camino, su ley nos conduce a toda libertad.

Debemos insistir entonces y ser absolutamente perseverantes en oír atentamente la palabra de Dios. Busquémosla como al oro, anhelémosla como a la plata, procurémosla como a las piedras preciosas. ¿Y luego? Hagamos tal como hemos escuchado, al pie de la letra y con prontitud. El resultado será magnífico, pues la promesa dice que seremos bienaventurados, veremos a Dios actuando por nosotros, dándonos lo excelente.

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