“Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará
Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado en la
tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo
sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad”
(Salmo 41: 1-3)
¿Ha pensado usted a cuántos hombres y mujeres ha impedido el egoísmo
disfrutar de una promesa tan maravillosa? Que no le suceda a usted, que se vaya
a perder de esta recompensa tan grande como es vivir una calidad de vida aquí
en la tierra, próspera y abundante, contando con la bendición y el favor de
Dios, siendo guardados, cuidados y aún consolados por Él en los momentos de
adversidad.
Recuerdo una famosa historia que nos enseña acerca de las riquezas que
atesoramos cuando pensamos en los más necesitados y desfavorecidos. Este era
un muchacho pobre que vendía mercancías puerta a puerta para pagar la
escuela, y un día encontró que sólo le quedaba una simple monedita de diez
centavos y tenía hambre.
Decidió que pediría comida en la siguiente casa; sin embargo, sus
nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer le abrió la puerta, en
lugar de comida le pidió agua. Ella pensó que el joven parecía hambriento,
así que trajo un gran vaso de leche. Él la bebió y le preguntó cuánto le
debía. “No me debes nada”, contestó ella. Desde luego el joven se fue
entonces muy feliz.
Años después esta mujer enfermó gravemente, los doctores locales
estaban confundidos y finalmente la enviaron a un especialista para estudiar su
rara enfermedad. Cuando él la vio, la reconoció al instante y desde allí
puso todo su interés en su vida. Después de una larga lucha se ganó la
batalla a la enfermedad con la valiosa ayuda del especialista. Cuando fueron a
enviar la factura total de gastos a la joven mujer, el doctor pidió que él
mismo la firmaría y colocó algo al borde de la hoja; ella temía abrirla
porque sabía que tomaría el resto de su vida para pagar todos los gastos,
pero finalmente la abrió y leyó al final de la cuenta “pagado por completo
hace ya muchos años con un vaso de leche”....lágrimas de alegría inundaron
sus ojos y su feliz corazón oró así: “Gracias Dios porque tu amor se ha
manifestado en las manos y en los corazones humanos”
Ahora, le invito a que usted vaya y haga lo mismo. Comience a ahorrar en
el banco de Dios todos los actos de amor y de bondad, especialmente hacia los
más pobres y desprotegidos. ¡Nunca faltará nada a usted y a su familia!
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