viernes, 15 de julio de 2016

El Valor Del Ejemplo


“...Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. (Números 13:30)


Para iniciar cualquier proyecto de vida, sea éste pequeño o grande, será necesario que nos sentemos primero a planificar qué haremos, para alcanzar o coronar con éxito nuestra meta, y aún planificar cómo superar los obstáculos que pudieran presentarse en el camino. Veamos un ejemplo utilizando el modelo del pueblo de Israel; Dios los había sacado de la esclavitud con la promesa de llevarlos a habitar una tierra donde fluía leche y miel. Hay que destacar que siempre será factor determinante, para que se cumpla en nosotros el plan de Dios, la actitud con que asumamos las situaciones que Dios nos permita vivir hasta que alcancemos nuestra meta.
Al igual que los espías, muchas veces vemos a nuestra tierra prometida como el lugar ideal donde todo es bueno; nos damos cuenta de todo lo que podemos tener, pero los pequeños detalles nos asustan. Aquí es cuando sólo depende de nosotros el creerle a Dios y tomar la decisión de hacer o no hacer lo que nos manda. Con el ejemplo de este singular varón, nos damos cuenta que frente a las circunstancias diversas de la vida podemos ser víctimas o victoriosos.
Pero recuerde siempre que, Cristo quien vive en usted, fue victorioso; deje que la vida del que venció la muerte, comience a traslucirse a través de la suya, permítale a Él poner victoria donde haya derrota y paz en medio de cualquier situación que le ocasione angustia.
Él fue uno de los únicos adultos que dejaron Egipto y entraron a la tierra prometida; fruto de su coraje y valentía al momento de exponer una verdad, a pesar de encontrarse en minoría y no dejándose intimidar por las circunstancias, Caleb no vendió el principio de mantenerse fiel a lo que Dios le había prometido.

Como Caleb, no debemos ser hombres o mujeres de gran fe solamente, sino hombres y mujeres de fe en un gran Dios. Fortaleza que provenía de su conocimiento de Dios y no de lo que se sabía capaz, ni de lo hábil que era. NO OLVIDE, muchas veces el estar de acuerdo con lo que Dios nos manda, implicará estar en desacuerdo con los hombres.

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