viernes, 15 de julio de 2016

Un Oasis llamado Célula


“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. (Hechos 2:46)



En medio de un mundo caracterizado por encuentros formales, fríos, rígidos, que dejan una sensación de vacío, soledad e inseguridad, Dios nos provee el ambiente de amor, aceptación, unidad y permanencia que todos los seres humanos, independiente de nuestra edad, preparación intelectual o nivel cultural necesitamos para desarrollarnos integralmente y experimentar un crecimiento espiritual.
Se trata de la célula. La célula es una unidad estructurada y funcional, energizada por Cristo vivo. Es un encuentro espiritual, donde el corazón puede hablar al corazón y el alma al alma en el nombre de Jesús; es el espacio donde se puede dar y recibir amor, donde se suplen mutuamente las necesidades, donde se dividen las penas y se multiplican las alegrías. La Célula es un verdadero oasis en medio de un mundo estéril e inclemente.
Cuando nuestra primera Célula es la Celestial, podemos disfrutar de una comunión íntima con un Dios tierno y amoroso. Él nos llena, nos sana, nos transforma y nos da poder para amar, perdonar y servir. De esta manera gozaremos de nuestra familia como la fuente de refrigerio e inspiración que Dios nos da, rescataremos el sentido de coexistencia, se establecerán relaciones genuinas donde se experimente de verdad «el compartir juntos con alegría y sencillez de corazón» combatiendo así la deshumanización y el individualismo que caracteriza nuestra sociedad. Esto se verá reflejado en otras células en diferentes grupos de la sociedad, convirtiéndose de esta manera en el mayor aporte para la paz de nuestro país y en nuestra principal herramienta para que otros conozcan a Cristo recibiéndolo como su Señor y Salvador.

El Señor Jesucristo nos dio ejemplo de la vida en célula, ejemplo que los discípulos aprendieron ya que fue en este hermoso ambiente de amor, compañerismo y unidad, donde el Espíritu Santo fue derramado en medio de ellos. De igual manera, el Espíritu Santo está presente en toda célula, repartiendo a cada miembro la unción que necesita, llevándole en un proceso continuo y progresivo de madurez, en el cual cada uno va siendo moldeado conforme a la imagen de Jesucristo. Inicie su célula con la gente que más ama: con su familia.

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