“Y
perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas,
comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. (Hechos 2:46)
En
medio de un mundo caracterizado por encuentros formales, fríos, rígidos, que
dejan una sensación de vacío, soledad e inseguridad, Dios nos provee el
ambiente de amor, aceptación, unidad y permanencia que todos los seres humanos,
independiente de nuestra edad, preparación intelectual o nivel cultural
necesitamos para desarrollarnos integralmente y experimentar un crecimiento
espiritual.
Se
trata de la célula. La célula es una unidad estructurada y funcional,
energizada por Cristo vivo. Es un encuentro espiritual, donde el corazón puede
hablar al corazón y el alma al alma en el nombre de Jesús; es el espacio donde
se puede dar y recibir amor, donde se suplen mutuamente las necesidades, donde
se dividen las penas y se multiplican las alegrías. La Célula es un verdadero
oasis en medio de un mundo estéril e inclemente.
Cuando
nuestra primera Célula es la Celestial, podemos disfrutar de una comunión
íntima con un Dios tierno y amoroso. Él nos llena, nos sana, nos transforma y
nos da poder para amar, perdonar y servir. De esta manera gozaremos de nuestra
familia como la fuente de refrigerio e inspiración que Dios nos da,
rescataremos el sentido de coexistencia, se establecerán relaciones genuinas
donde se experimente de verdad «el compartir juntos con alegría y sencillez de
corazón» combatiendo así la deshumanización y el individualismo que caracteriza
nuestra sociedad. Esto se verá reflejado en otras células en diferentes grupos
de la sociedad, convirtiéndose de esta manera en el mayor aporte para la paz de
nuestro país y en nuestra principal herramienta para que otros conozcan a
Cristo recibiéndolo como su Señor y Salvador.
El
Señor Jesucristo nos dio ejemplo de la vida en célula, ejemplo que los
discípulos aprendieron ya que fue en este hermoso ambiente de amor, compañerismo
y unidad, donde el Espíritu Santo fue derramado en medio de ellos. De igual
manera, el Espíritu Santo está presente en toda célula, repartiendo a cada
miembro la unción que necesita, llevándole en un proceso continuo y progresivo
de madurez, en el cual cada uno va siendo moldeado conforme a la imagen de
Jesucristo. Inicie su célula con la gente que más ama: con su familia.
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