martes, 19 de julio de 2016

Como Se Ama A Dios?


“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”. (Marcos 12:30)

Así como nosotros nos cuidamos, nos guardamos, nos preservamos, nos consentimos, de esa misma forma debemos considerar y amar a cualquier ser humano. En la actualidad, en nuestro entorno reina un ambiente colmado de egoísmo e indiferencia; donde hacer mal al prójimo se ha convertido en un lamentable hábito, al punto que ya nadie lo advierte, es más, algunas acciones de maldad ni siquiera se miran como lo que son.
A menudo nosotros aunque conocemos este mandamiento, también podemos carecer de esa divina disposición de nuestro corazón para amar a nuestros semejantes como nos lo ordena el Señor. También se pueden confundir los conceptos entre amor al prójimo y amistad, afecto, simpatía, cariño, aprecio, compañerismo, afinidad; los que solamente son resultado del genuino amor.
El ministerio de Jesús, sin lugar a dudas se basó en el amor de Dios hacia el ser humano, y siempre Jesús en sus enseñanzas reafirmaba la importancia de amar al prójimo; los maestros de la Ley o fariseos, conocían perfectamente estas ordenanzas, sin embargo, no tenían la disposición de corazón para ponerlas en práctica.
El amor a Dios y al prójimo son verdades que debemos asimilar hasta que sean para nosotros un principio inquebrantable, lo que es posible cuando creemos y aceptamos que todos los seres humanos han sido creados a imagen y semejanza de Dios; por consiguiente, el amor al Creador implicará amor a lo creado. Al identificarnos con Cristo, nos identificamos con su carácter, es decir, éste tiene que fluir en y a través de nosotros los creyentes, por lo tanto, debo asimilar el amor al prójimo ya que éste está en la esencia de su carácter.

Cuando leemos con atención y meditamos en el anterior pasaje, comprendamos también que amar a Dios y a nuestros semejantes, son dos mandamientos inseparables, pues el primero necesariamente dará como resultado el segundo. El amor por los demás depende de nuestro amor a Dios; y nuestro amor a Dios se demuestra por nuestro amor a los demás.

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