“Aunque
mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. (Salmo 27:10)
Nuestra
vida tiene origen en la mente y en el corazón de Dios. En el Manual de Vida
encontramos: «Con amor eterno te he amado» (Jeremías 31:3b). Conocer a Dios
como Padre es encontrar el principio de salud integral, el comienzo de una
nueva vida enmarcada en el amor, es recibir en sus brazos la provisión de
aceptación, seguridad y amor que todos los seres humanos necesitamos para
disfrutar una vida de éxito y felicidad.
A
lo mejor, en nuestros primeros años tuvimos experiencias dolorosas que nos condicionaron negativamente hacia Dios
como Padre; porque inconscientemente proyectamos nuestros resentimientos y
decepciones con nuestros padres terrenales, hacia Él. Es por eso que cuando
viene Papá Dios con su gran ofrecimiento, nos resulta difícil creer y aceptar
su amor, aunque lo necesitamos desesperadamente. Más, el sobrenatural amor de
Dios sigue allí, firme, inmenso, inconmovible, hasta que logra derribar las
barreras, sanar las heridas, quitar la dureza, y entender que el amor de Dios
es el único que llena todo vacío y sana todas las heridas del alma.
Cuando
entendemos que Él nos hizo con ternura y sus dedos nos diseñaron con gran
cuidado y maestría, y que su Presencia permanece siempre con nosotros, que
nunca nos ha dejado, sino que, por el contrario nos ama entrañablemente, y por
ello estuvo dispuesto a pagar un precio muy alto, -pero que Él consideró justo
por la gran estima que nos tiene: entregar a su propio Hijo a morir en nuestro
lugar-, entendemos entonces que Él es nuestro verdadero Padre y empezamos a
disfrutarle como tal.
Descubrir
y experimentar personalmente ese amor, restaura nuestra autoestima y valía; y
en aquellos que fueron abandonados por sus padres, se elimina todo sentimiento
de orfandad y soledad. Esto nos lleva en primer lugar a restaurar nuestra
comunión con Papá-Dios, y en segundo lugar a perdonar a nuestros padres,
amarles y honrarles. De esta manera comienza
a
fluir la salud total en nuestro ser, llevándonos a vivir como verdaderos hijos,
como personas realizadas y de bendición; nuestra óptica de la vida cambia y
como resultado, nos convertimos en verdadera respuesta para nuestra familia y
para la sociedad.
0 comentarios:
Publicar un comentario