Cuentan
que un hombre edificó su casa y decidió embellecerla con un jardín interno. En
el centro plantó un roble que crecía lentamente, cada día echaba raíces y
fortalecía su tallo, convirtiéndolo en un tronco capaz de resistir los vientos
y las tormentas.
Junto
a la pared de su casa, el hombre, plantó una hiedra y la misma comenzó a
levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de
ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al
cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados, mientras que el roble
crecía silenciosa y lentamente.
“¿Cómo
estás, amigo roble?”, preguntó una mañana la hiedra.
“Bien,
mi amiga” contestó el roble.
“Eso
dices porque nunca llegaste hasta esta altura”, agregó la hiedra con mucha
ironía. “Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre
allá en fondo del patio”.
“No
te burles amiga”, respondió muy humilde el roble. “Recuerda que lo importante
no es crecer de prisa, sino con firmeza”.
Entonces
la hiedra lanzó una carcajada burlona.
El
tiempo siguió su marcha y el roble creció con su ritmo firme y lento.
Una
noche, una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la ciudad. Fue una noche
terrible
El
roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con
sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y
prolongada.
Al
amanecer el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido
desprendida de la pared y estaba enredada en sí misma, en el suelo, al pie del
roble. Entonces el hombre decidió arrancar la hiedra y la quemó.
A
veces, como el roble, somos testigos de cómo la gente, sin hacer mucho esfuerzo
e inclusive haciendo las cosas sin mucha transparencia van avanzando
rápidamente y pareciera que han alcanzado mucho más que nosotros que buscamos
obrar bien.
Nos
podemos sentir decepcionados, frustrados e incluso, en nuestra impotencia,
cuestionamos a Dios por lo que estamos viviendo. No comprendemos cómo es
posible que haciendo las cosas como Él nos pide, nuestro avance sea tan lento o
casi nulo y que los otros, que deciden vivir de acuerdo a su conveniencia y
superficialmente estén mejores.
No
hagas caso de las burlas ni te fijes en cuánto ellos han crecido, lo cierto es
que su futuro no es prometedor. Aunque ahora no lo veamos, sabemos que la
perversidad nunca produce estabilidad pero las raíces de los justos son
profundas (Proverbios 12:3 NTV)
Mantente
firme en tu llamado, cumple tu misión y no mires a los demás. Si perseveras y
vas afirmando tus raíces, no habrá tempestad que pueda arrancarte.
“Los
malvados se enriquecen temporalmente, pero la recompensa de los justos
permanecerá”. Proverbios 11:18 NTV
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