“Pacientemente
esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor”. (Salmo 40:1)
Es
sabio el hombre que escoge buenas compañías. «...Las malas conversaciones
corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33). El seguir la ley de Dios
es luz que endereza los pasos, porque la Palabra de Dios ilumina nuestros
caminos.
Es
necesario recordar que las tribulaciones, infortunios o trabajo que nos toque
pasar en la vida, no deben perturbar nuestro ánimo, sino que debemos estar
listos a oír la voz de Dios, recibiendo su aliento y fortaleza.
El
hombre que sabe esperar en Jehová posee gran virtud. La sabia y calmada espera,
moldea en nosotros su carácter y nos lleva a desarrollar paciencia, mansedumbre
y disciplina. Aprender a esperar con paciencia, es algo que debemos desarrollar
y que todo hijo de Dios debe cultivar. Además, recordemos que la paciencia es
fruto de vivir llenos del Espíritu Santo.
Esta
cualidad nos permitirá disfrutar más de sus promesas y deleitarnos en aquellas
bendiciones que llegan a quienes así lo hacen. La espera nos enseña a disfrutar
y vivir a plenitud las bendiciones que nuestro Padre nos ofrece.
Es
en los tiempos de espera que él nos oye y extiende sus brazos, para restaurar
cualquier «partecita» de nuestro ser que necesite ser pulida. Al clamar a Dios
hay que saber esperar con paciencia, porque aún cuando estemos en el pozo de la
desesperación, él es capaz de volver a enderezar nuestros pasos y poner
nuestros pies sobre la roca.
Esperemos
cada día vivir confiados en Papá Dios y veremos pronto su respuesta. No
pensemos en los días que llevamos tratando de oír su voz y dirección.
Determinemos que éste es el día en el que hallaremos la solución a la necesidad
más apremiante en nuestra vida. Cuando tomamos la actitud de esperar, estemos
seguros que el Señor ya está haciendo su trabajo, lo que será más fácil para
esperar lo que él ya tiene preparado; y así cada día será calmado, sereno y de
paz para nuestra alma.
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