“...y
el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes”. (Lucas 15:12)
Vuelve
hijo mío... es el continuo llamado de Dios a sus hijos. El experto en perdonar
espera hoy que decidamos volver nuestro corazón a Él.
Recordemos
el ejemplo del hijo pródigo que cansado de sentirse limitado, anhelando la
independencia, incapaz de soportar más el cuidado de su padre, creyendo que se
estaba perdiendo de grandes cosas; pidió a éste la parte de su herencia, buscó
ser su propio dueño y desperdició en poco tiempo lo que su padre le había
entregado. Así mismo, cuando Dios ve que despreciamos la vida que Él nos
brinda, nos deja en libertad de vivir lo que nosotros creemos que nos hará
felices.
Dios
nos llevará a descubrir por medio de la prueba o la adversidad que el alejarnos
de Él para vivir nuestra propia vida, no es sino cambiar un yugo liviano por
uno pesado y difícil, y dejar a un padre amoroso por muchas ilusiones
pasajeras, que terminan siempre dejando profundas huellas de dolor y pena en
nuestro corazón.
Cuando
decidimos que nuestra vida es mejor al lado de Papá, que estar cerca de él no
es perder la libertad sino ganar la bendición, que estar bajo su autoridad no
es esclavitud sino la mayor realización, damos el primer paso para la vida
plena, excelente y abundante, llena de poder y de desafíos, para alcanzar el
vuelo del águila imperial, dejando a nuestro paso, una estela de bendición.
Meditando
en esta gran enseñanza, es tiempo de reconocer que muchas veces nos
equivocamos, y le volvemos la espalda a Dios, cuando Él siempre ha estado
dispuesto a llevarnos cada día por el camino de la victoria, aún en medio de
las circunstancias más difíciles. Nunca esperemos a que las cosas se pongan tan
difíciles como lo fueron para este hijo ingrato, no tenemos necesidad de vivir
tal desolación y escasez; miremos al único que puede ayudarnos y guiarnos con
inteligencia a las buenas decisiones.
Él
es feliz procurando nuestra propia felicidad. Como Padre, lo que quiere es
nuestra realización y bienestar, y aun más, pues es el Padre Celestial «Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?»
(Mateo 7:11).
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