jueves, 24 de noviembre de 2016

Buscando Los Planes De Dios


“Examíname, oh Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24)

La Biblia plantea que Dios es un Dios de orden, y que todo lo que hace tiene un propósito de amor y bendición; Él no improvisa con ninguno de sus hijos, y para cada uno tiene planes que incluyen una vida con sentido y felicidad, pues ninguno de nosotros fue creado al azar. Cuando se trata de conocer los planes de Dios para nuestra vida, es importante nuestra disposición incondicional para hacer su voluntad, así viviremos bendecidos en todo lo que emprendamos. Lamentablemente, muchos no tienen en cuenta a Dios en sus planes y otros, quizá peor aún, conociendo su amor y sabiduría, no someten sus decisiones a Dios, no elaboran sus planes en oración, y muchos menos, piden su consejo con la disposición plena de hacer su voluntad.
Dios está esperando que como el rey David, expongamos nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones, planes, sueños y metas ante Él; que encomendemos nuestros caminos en sus manos, para que nos guíe a feliz puerto, para que en todo seamos prosperados, para advertirnos de peligros, para prepararnos para las pruebas, para darnos la seguridad y fortaleza que necesitamos para enfrentar con victoria todas las situaciones de la vida. Ahora bien, es necesario recordar que los planes de Dios Padre están muy por encima de los nuestros y que su propósito es hacernos felices y darnos todo aquello que hemos anhelado y aún, mucho más, en el momento justo, en el tiempo preciso, donde todo es bendición para nuestra vida.
Esta determinación de colocar la vida y las decisiones en manos del Señor, y la disposición de obedecerlo en todo, nos guardará del peor obstáculo que podemos tener y del peor enemigo para el cumplimiento de los planes de Dios en nuestra vida: Nuestro propio corazón. Dios conoce hasta las intenciones de nuestros pensamientos y sabe que nuestro corazón es impredecible y que nos puede engañar. Por eso, reiterativamente nos invita: “Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26).

También el rey David nos da ejemplo cuando permite que el Señor examine el estado de su corazón, y reconoce su debilidad y su tendencia al mal, comprendiendo que la única manera de ser guardado es dejar que Dios lo guíe paso a paso. Esta es la tarea del Espíritu Santo, y por eso nuestra vida debe ser rendida momento a momento a su soberanía. Pero el más conmovedor y maravilloso ejemplo es el mismo Señor Jesucristo, quien sometió plenamente su voluntad a la de su Padre, por amor, en una constante oración, en una vivencia permanente: “Hágase tu voluntad y no la mía”.

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