“Ya
que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no
en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con
Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste,
entonces también ustedes serán manifestados con Él en gloria” (Colosenses 3:1-4
NVI)
Aquellos
que recibimos a Cristo, empezamos a gozar de una nueva vida, con sentido real,
es decir, con el sentido que Dios le ha dado a nuestra existencia; esta nueva
vida demanda de nosotros mismos, aprender a vivir de acuerdo a los parámetros
de Dios, y dejar de lado nuestra propia visión de las cosas, dejar nuestro
camino y empezar a caminar por la senda que el Señor ha determinado.
El
Señor nos anima para que busquemos siempre las cosas celestiales y no las
terrenales, lo que significa que nuestra mente debe ser habilitada para
comprender cuáles son esas cosas celestiales, en las que debemos ocupar
nuestros pensamientos y empeñar todas nuestras fuerzas. Este estilo de vida no
lo podemos realizar si no contamos con el poder del Espíritu Santo. Solamente
Él, viviendo su vida a través de nosotros, nos hace experimentar esta plenitud,
pues cuando esto sucede, mis pensamientos, mis actitudes, mis deseos, y todo lo
que tengo y lo que soy, estará sometido a la voluntad de Cristo.
Podemos
por lo tanto, experimentar una seguridad de quiénes somos, dónde estamos y para
quién vivimos. Como dice el pasaje con el que iniciamos esta meditación, hemos
pasado de muerte a vida, y esa vida le pertenece al Señor, por lo cual, así
como Él ahora se ocupa de nuestro cuidado, nosotros también debemos responder
cuidando de hacer las cosas que le glorifican y le agradan.
Créame
que de esta manera seremos felices y realizados; también viviremos seguros y
confiados de las cosas que Dios hace, no sólo en la tierra, sino también en el
cielo.
0 comentarios:
Publicar un comentario