“Aprovechando
bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:16)
Dios
nos hizo para triunfar, para vivir una vida de victoria en todo lo que
emprendamos y como todo en la vida demanda esfuerzo y diligencia, esto requiere
también una formación especial de nuestro carácter, el cual, es el bien más
grande que a nuestro Padre celestial le interesa darnos. Para ello nos ha
dejado magnificas herramientas y oportunidades. Los hombres y mujeres
victoriosas que alcanzan grandes resultados y permanentes frutos, son aquellos
que aprecian el valor inestimable de ser formados cada día en las manos de su
precioso Alfarero, aman la vida, ven que cada día es el día que el Señor les da
para aprovecharlo intensamente y trabajan con gozo; por consiguiente es un
hecho que a los que viven de esta manera, la vida les devuelve en la misma
proporción.
Cada
día que Dios nos da es una de sus tantas bendiciones, por consiguiente, debemos
recibir cada amanecer con la alegría y el regocijo del que recibe un tesoro de
incalculable valor. Desde que entendí esta verdad aprendí a recibir cada día
con gran alegría y agradecimiento a Dios, desde muy temprano, sin importar si
haya dormido bien o no, si al acostarme recibí alguna mala noticia o algo ha
perturbado mi corazón, en fin cualquier situación. Todas las mañanas al abrir
mis ojos, miro hacia la ventana de mi cuarto y recito las palabras del Salmo
118:24 “Este es el día que hizo el Señor, me gozaré y alegraré en él”
Esta
dinámica espiritual, levanta mi fe para creer cada día que “si Dios está
conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Salmo 118:6), “aunque ande
en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás
conmigo;…” (Salmo 23:4).
El
hijo de Dios debe vivir convencido que el día de hoy, mañana y todos los siguientes,
es un regalo exclusivo del Señor para él. El día le pertenece a usted, y es
usted quien puede convertirlo en una maravillosa aventura o en una deplorable
desgracia. A lo mejor, como es normal, habrá momentos difíciles, cuando llega
alguna adversidad o algo no resulta bien. Más allá de lo que suceda, ese día
nos pertenece y tenemos que manejarlo con las herramientas que Dios nos ha
dado, es decir, la fe y la oración, lo cual nos permite vivir por encima de las
circunstancias.
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