“Bendice, alma mía, a Jehová, y
bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides
ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:1-2)
Cuenta un misionero cristiano que al
llegar a las selvas del Brasil junto con un grupo de fieles cristianos,
encontraron una tribu indígena que les dio una gran lección; cuando les
preguntaron como pedían ellos a Dios por sus necesidades, ellos contestaron que
cuando se reunían sólo lo hacían para agradecer y no para pedir, porque para
ellos ya con lo que tenían era más que suficiente; nada les faltaba, estaban
contentos con lo que tenían.
El rey David nos invita en muchos de
sus Salmos a cultivar el agradecimiento a Dios. Esta era una de sus mayores
virtudes, a través de la cual se mantenía humilde, y se guardaba de la altivez
y el orgullo. No es extraño que fuera esta la característica a través de la
cual el “dulce cantor de Israel” se mereció el título de ser el “hombre
conforme al corazón de Dios”. Además, son innumerables los beneficios para
aquel que vive agradecido por todo, encontrando siempre valiosos motivos para
reconocer el amor y la bondad de su Padre Dios. Entre ellos cabe resaltar: el
gozo, la alegría, la paz, la paciencia, la fortaleza y la fe.
Forme parte ahora mismo, del grupo de
los agradecidos y felices, de los que viven mejor y por más tiempo. Deje de
pertenecer al grupo de los amargados, de los quejumbrosos y de los que se
enferman más. Tenga en cuenta las siguientes sugerencias:
• Dedique 20 minutos diarios a
recordar todo lo bueno que usted ha recibido. Recuerde como el rey David que Él
nos perdona, nos sana, nos rescata, nos corona, nos sacia, nos rejuvenece, nos
hace justicia, se compadece de nosotros, etc. Haga un listado, léalo en voz
alta y de gracias a Dios por cada cosa anotada, reconociendo su infinito amor y
misericordia
• Reconozca que muchas situaciones
difíciles que hemos vivido han sido por errores o faltas nuestras. Pida perdón
a Dios y esté dispuesto a cambiar con la ayuda de su Santo Espíritu
• Pida al Señor que le ayude a
aceptar a los demás y a reconocer que las faltas de otros son oportunidades que
Dios nos da para crecer, madurar y perfeccionarnos en el amor
• Propóngase cambiar las quejas por
alabanzas y acción de gracias
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