“Porque Dios misericordioso es Jehová
tu Dios; no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a
tus padres.” Deuteronomio 4:31
¡Qué sorprendente es la constancia de
la bendita Presencia de Dios!, la intervención de Jesucristo en la vida del ser
humano; cada día, cada noche, en todas partes y en toda circunstancia, el Señor
se encuentra entre nosotros, listo para ayudarnos y socorrernos en nuestras
necesidades y apuros por los que estemos pasando. Nunca se encuentra muy lejos
o ignorando a sus hijos, Él está más cerca de lo que nos imaginamos. Respecto a
esto, trataré de resumir una de tantas experiencias que he vivido a nivel
personal, la cual tiene que ver con el tercero de mis hijos (Jimmy). Cerca de
cumplir sus cuarenta años de vida, le diagnosticaron un cáncer de los más
agresivos, del que no nos ofrecían esperanza de vida. Sin embargo, fue sometido
a un duro, largo y penoso tratamiento de quimioterapia, radioterapia,
trasplante de médula ósea y finalmente una cirugía.
En esos momentos, cuando uno sólo
piensa en cómo va a soportar la partida eterna de un hijo, muchas cosas pasaron
por mi mente, pero sobre todo se cruzaban como un libro abierto las promesas de
Dios plasmadas en su Palabra, las cuales en mis oraciones las repetía una y mil
veces. Cuando hombres y mujeres se ven reducidos a una total impotencia, cuando
el dolor es tan grande que siente el corazón traspasado, la vida parece ya
insoportable y tiende a rendirse bajo el peso agobiante de los sucesos, pues
nada humano puede comunicarnos valor y fuerza, entendí que lo único que era
¡fuerza! para mí, era el poder de Jesucristo. Pero también comprendí que estas
fuerzas tienen su base fundamental en la fe.
Un buen día mientras meditaba y
reafirmaba por fe las promesas de mi Papá Dios, llegué al libro de Romanos
capítulo 8, versos 37 al 39 “Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó…” Entendí que el amor de Dios es la
fuerza más grande del mundo, y en ese amor había creído y debía seguir creyendo
siempre. El resultado fue que la debilidad se transformó en fuerza. Han pasado
varios años de todo esto que fue, no una pesadilla, sino la experiencia por la
cual ahora puedo decir lo maravillosa que es la vida cuando se vive con los
recursos que Él nos da. No hay nada como este poder sobre la tierra porque
nadie hay como Él y su amor.
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