¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo,
cuando tú tienes un tronco en el tuyo? ¿Cómo puedes pensar en decirle a tu
amigo: “Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver
más allá del tronco que está en tu propio ojo? Mateo 7:3-4 Muchos de nosotros
solemos preocuparnos demasiado en ver los errores y las fallas de los demás, en
vez de analizar primero nuestras palabras y conducta. Como dice el Salmo
119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. La Palabra
de Dios es tan cierta que nos confronta con nuestra propia realidad, puede
compararse con un espejo, pues nos muestra como somos. Es bueno que aprendamos
a cerrar los ojos a los defectos y destaquemos las virtudes de los demás, que
tratemos de obtener lo mejor de cada ser humano, pues todos tenemos valores y
virtudes inexploradas. Hoy es el mejor día para ponernos a cuentas con Dios y
pedirle perdón por haber juzgado y haber ofendido a alguien con nuestras
palabras. Pidámosle que nos enseñe cada día a ver a las demás personas con el
mismo amor con el que Él nos ve, a tratarlas con más calma, serenidad y
mansedumbre; que nuestros juicios no sean precipitados, que callemos cuando sea
necesario y hablemos en el tiempo oportuno. Que en ningún momento nuestras
palabras sean destructivas, sino constructivas. Si le pedimos a Dios que nos
ayude a actuar de esa forma, veremos que los más beneficiados seremos nosotros
mismos. Miremos a las persona no como son hoy, sino como lo que pueden llegar a
ser si nosotros sabemos animarlas y ayudarlas. Aprendamos a corregir sus
defectos con amor. Si otorgas un favor, no lo recuerdes. Si recibes un favor,
no lo olvides.
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