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En Cades, en
el desierto de Zin donde habían acampado los Israelitas cuando iban hacia la
tierra prometida, Moisés y Aron enfrentaban nuevamente el reclamo del pueblo:
«¡Si tan sólo hubiéramos muerto con nuestros hermanos delante del Señor! ¿Por
qué trajiste a la congregación del pueblo del Señor a este desierto para morir,
junto con todos nuestros animales? ¿Por qué nos obligaste a salir de Egipto y
nos trajiste a este terrible lugar? ¡Esta tierra no tiene grano ni higos ni
uvas ni granadas ni agua para beber!». Entonces Moisés y Aarón fueron a la
entrada del tabernáculo, donde cayeron rostro en tierra y el Señor le dijo a
Moisés: «Tú y Aarón tomen la vara y reúnan a toda la comunidad. En presencia de
todo el pueblo, háblale a la roca y de ella brotará agua. De la roca proveerás
suficiente agua para satisfacer a toda la comunidad y a sus animales». Así que
Moisés hizo lo que se le dijo. Tomó la vara y luego él y Aarón mandaron a
llamar al pueblo a reunirse frente a la roca. «¡Escuchen, ustedes rebeldes!
—gritó—. ¿Acaso debemos sacarles agua de esta roca?». Enseguida Moisés levantó
su mano y golpeó la roca dos veces con la vara y el agua brotó a chorros. Así
que toda la comunidad y sus animales bebieron hasta saciarse. Sin embargo, el Señor
les dijo a Moisés y a Aarón: «¡Puesto que no confiaron lo suficiente en mí para
demostrar mi santidad a los israelitas, ustedes no los llevarán a la tierra que
les doy!» (Números 20:1-12). Es necesario tener la suficiente confianza en Dios
para dar un paso más, es necesario que oigamos atentamente su instrucción y
actuemos de acuerdo a Él; aunque ya tengamos mucha práctica en seguir
instrucciones, puede que ahora sea diferente la manera en la que debemos
actuar, como pasó con Moisés que había utilizado su vara muchas veces para
hacer milagros; sin embargo, Dios en esta ocasión le pidió que hablase a la
roca. Así, aunque podemos no comprender, podemos no estar convencidos, sigamos
su voz, confiemos y recordemos que nuestra confianza es la seguridad o esperanza
firme en Dios. “¡Oh, cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus
decretos!Entonces no tendré vergüenza cuando compare mi vida con tus mandatos.”
Salmos 119:5 NTV
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