Cuando Alejandro de Macedonia llegó a
ser un poderoso rey, cierto día uno de sus antiguos profesores acudió a Él para
pedirle ayuda, porque se hallaba viviendo en un tiempo de gran miseria. Era tal
su estado, que este pobre hombre se habría dado más que satisfecho con una
pequeña suma de dinero, que le hubiese servido para satisfacer sus necesidades más
urgentes. Alejandro, luego de reflexionar acerca de cuál sería la mejor manera
de ayudarlo, no le dio dinero, sino que decidió confiarle el gobierno de una
ciudad, con todos los beneficios que podría sacar de ello, pero también con una
serie de responsabilidades inherentes a su cargo. El solicitante quedó muy
asustado con esta idea y expresó que era demasiado, que no se sentía digno de
ese privilegio y que ni siquiera le había pasado por su mente el deseo de
ocupar un cargo de autoridad. Pero Alejandro contestó: No se trata de lo que te
conviene pedir, sino de saber qué es lo que yo quiero hacer en mi calidad de
rey, según mi rango y mi corazón. Al igual que este humilde hombre, la mayoría
de la gente se contentaría con que Dios le diera la salud, los alimentos, la
ropa o una vivienda. Pero Él quiere darnos mucho más. La salvación eterna, un
lugar en su paraíso, el perdón de nuestros pecados. Y no solo eso, sino que
además somos declarados herederos de todas sus riquezas juntamente con Cristo,
¿piensan que es demasiado? ¿Somos indignos?, Es cierto, sería demasiado y
seríamos indignos, pero Dios da de una manera digna de él “Para alabanza de la
gloria de su gracia” Efesios 1:6. No lo merecemos, Él nos da por gracia, mas
abundantemente de lo que merecemos o incluso de lo que imaginamos. Entrégale tu
ser por completo a Jesús y recibe TODO lo que Él tiene para ti, jamás te dará
algo a medias. Con Dios es Todo o Nada. “Y de conocer el amor de Cristo, que
excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente
de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea
gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de
los siglos. Amén.” Efesios 3:19-21
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