jueves, 28 de enero de 2016

Amorosa protección de Dios

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“Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”. (Isaías 43:2)
Salmo 116:1-19
No siempre puede uno ahogarse en agua. Muchos se ahogan en momentos de tribulación, de escasez, de dolor, y de muchas otras circunstancias; otros en cambio, encuentran en todo aquello la oportunidad para desarrollar su fe, y adquirir fortaleza ante las avalanchas de la vida.
Esta hermosa promesa de Dios es para dejarla penetrar en nuestro corazón. Luego, debemos andar y vivir con ella todos nuestros días. No nos dejemos ahogar en las dificultades. Dios, todo lo ha hecho ya por y para nosotros. Al darnos su Salvación, nos lo ha dado todo: Nos ha puesto nombre, somos de gran estima a sus ojos, y su amor sobre nosotros es incondicional. Recordemos que cuando pasemos por las aguas o por el fuego, es cuando más cerca estamos de Él; quitemos de nuestro corazón la zozobra que viene cuando nos sentimos desamparados, abandonados y abatidos.
El Señor es el único que puede protegernos. Dudar e ir tras otros caminos, sólo aumentará nuestra incertidumbre. Ya hemos comprobado que no hay más respuesta para el hombre, sino la que ofrece Dios. Dejemos hoy en la presencia de Dios todas las cargas, angustias y adversidades.

Dejemos la duda y el temor, permitiendo que sea Él quien nos proteja y nos dé su paz, que sobrepasa todo entendimiento, inundando nuestro ser. Cuando empezamos a sentirnos espiritualmente pobres, es hora de pedir, buscar y llamar. La forma es la oración. No dejemos que pase otro día, sin tener la certeza en nuestro corazón, que Él nos está llevando por sus caminos.

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