“Aun
cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado.
Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan” Salmos 23:4 NTV
El
doctor Alfonso debía entregar medicamentos, al único centro de salud de un
pequeño pueblo, alejado de la ciudad; en el último tramo antes de llegar, debía
caminar por un estrecho y peligroso sendero que rodeaba la montaña, no podía
detenerse ya que quería aprovechar la luz del día para llegar a su destino
final, esa era su meta.
Sin
embargo una pequeña piedra hizo que resbalara hacia el vacío, pero
instintivamente reaccionó agarrándose de una raíz que sobresalía, pensó ¿Qué
hago? ¿Quién me ayudará si no vi a nadie en todo el camino? Entonces gritó
insistentemente: ¡Dios ayúdame, Dios ayúdame!, pero la única respuesta que oía
era solo el silbido del viento.
Estaba
agotado y su mano ya no aguantaba más el peso de su cuerpo, así que con gran
desesperación pensó en dejarse caer al vacío. Pero en ese instante alguien lo
tomó fuertemente de la mano y entre jalones le arrastró hasta el borde del
sendero. Era un hombre robusto de piel canela, habitante del pueblo al cual se
dirigía y que lo había estado vigilando todo el camino de manera silenciosa,
porque era conocedor de los peligros de la zona. Su silencio y su intervención
oportuna salvaron al doctor de un fatal desenlace.
Dios
conoce muy bien nuestros caminos, los peligros, las complicaciones y los retos
que afrontamos. Tengamos por seguro que el Señor está siempre atento, para que
cuando lo necesitemos, El venga en nuestro socorro a tomarnos de la mano. Nunca
llega tarde ni se distrae, sino que está mirándonos con la misma atención, con
la que un padre observa a su hijo cuando está aprendiendo a caminar.
Aunque
andemos en valles obscuros o si estamos en calma Dios está con nosotros, no hay
nada ni nadie que nos aleje de su presencia. Su mano está ahí para sacarnos una
y otra vez y traernos de vuelta al camino.
“No
me soltarás en la calma o la tormenta” dice una conocida canción, y esto es tan
cierto que lo podemos comprobar día a día
“Ciertamente
tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la
casa del Señor viviré por siempre.” Salmos 23:6 NTV
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