“Más tú, cuando ores, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 63:1-11
Orar es hablar con Dios, esto quiere
decir que es un dialogo íntimo entre Dios y la persona que ora; por
consiguiente, debo tener la seguridad que al único que le interesa oír mi
oración es a Dios. Este es un tiempo para disfrutar con la persona que más me
ama, que es Dios; así mismo recibo su ayuda en mis necesidades, su fortaleza en
mis momentos de lucha y su paz en medio de la tormenta. Es mi actitud y
motivación, la clave que define la respuesta a mi oración.
La actitud con la que Dios quiere que
vayamos a Él, es la de un hijo que anhela ardientemente encontrarse con su
Padre a quien sabe amoroso y lleno de poder; ante cuya benignidad y santidad se
siente impresionado y conmovido, y ante cuya sabiduría no puede más que sentir
respeto y temor reverente. Cualquier otra actitud o motivación es equivocada y
nos impide llegar hasta la misma presencia de Dios, ser escuchados y obtener
respuesta.
El Señor Jesús nos ilustra esta
enseñanza, revelando lo que sucedió en la intimidad del corazón de dos hombres
que subieron al templo a orar. El primero, un fariseo que se creía justo,
permaneció en pie dando gracias a Dios por no ser como los otros hombres:
ladrones, injustos, adúlteros. El segundo, un publicano arrepentido, permanecía
de lejos sin atreverse a levantar los ojos al cielo y golpeándose el pecho
clamaba: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Todo lo que sucede en la intimidad de
nuestra oración, sale a la luz pública en forma de un resultado notorio y
evidenciable. No necesitamos publicar que hemos orado, los demás lo notarán en
nuestra manera de ser, de comportarnos y en el trato que le damos a los otros.
La arrogancia del fariseo impidió que se encontrara con Dios aunque estaba en
el lugar más indicado, y por eso nada pasó en su vida. Siguió siendo
exactamente el mismo. Por su parte, el publicano obtuvo su perdón y comenzó a
disfrutar de un cambio real en su vida.
HABLEMOS CON DIOS
“Amado Dios, qué privilegio el que Tú
me das al poder tener un encuentro íntimo contigo cada día a través de la
oración. Te pido que siempre haya en mi corazón una correcta actitud de amor y
gratitud. Que los demás puedan reconocer el valor de la oración por la obra que
Tú estás haciendo en mí, transformándome en una persona humilde y llena de
amor”
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