miércoles, 13 de enero de 2016

UNA CORRECTA ACTITUD AL ORAR


“Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 63:1-11
Orar es hablar con Dios, esto quiere decir que es un dialogo íntimo entre Dios y la persona que ora; por consiguiente, debo tener la seguridad que al único que le interesa oír mi oración es a Dios. Este es un tiempo para disfrutar con la persona que más me ama, que es Dios; así mismo recibo su ayuda en mis necesidades, su fortaleza en mis momentos de lucha y su paz en medio de la tormenta. Es mi actitud y motivación, la clave que define la respuesta a mi oración.
La actitud con la que Dios quiere que vayamos a Él, es la de un hijo que anhela ardientemente encontrarse con su Padre a quien sabe amoroso y lleno de poder; ante cuya benignidad y santidad se siente impresionado y conmovido, y ante cuya sabiduría no puede más que sentir respeto y temor reverente. Cualquier otra actitud o motivación es equivocada y nos impide llegar hasta la misma presencia de Dios, ser escuchados y obtener respuesta.
El Señor Jesús nos ilustra esta enseñanza, revelando lo que sucedió en la intimidad del corazón de dos hombres que subieron al templo a orar. El primero, un fariseo que se creía justo, permaneció en pie dando gracias a Dios por no ser como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros. El segundo, un publicano arrepentido, permanecía de lejos sin atreverse a levantar los ojos al cielo y golpeándose el pecho clamaba: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Todo lo que sucede en la intimidad de nuestra oración, sale a la luz pública en forma de un resultado notorio y evidenciable. No necesitamos publicar que hemos orado, los demás lo notarán en nuestra manera de ser, de comportarnos y en el trato que le damos a los otros. La arrogancia del fariseo impidió que se encontrara con Dios aunque estaba en el lugar más indicado, y por eso nada pasó en su vida. Siguió siendo exactamente el mismo. Por su parte, el publicano obtuvo su perdón y comenzó a disfrutar de un cambio real en su vida.
HABLEMOS CON DIOS

“Amado Dios, qué privilegio el que Tú me das al poder tener un encuentro íntimo contigo cada día a través de la oración. Te pido que siempre haya en mi corazón una correcta actitud de amor y gratitud. Que los demás puedan reconocer el valor de la oración por la obra que Tú estás haciendo en mí, transformándome en una persona humilde y llena de amor”

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