… siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo… (Romanos 5:10).
2 Corintios 5:16-21 Mientras Martin Luther King Jr. predicaba
un domingo por la mañana en 1957, intentaba resistir la tentación de
contraatacar a una sociedad sumergida en el racismo.
¿Cómo puedes amar a tus enemigos? —le preguntó a la congregación—.
Comienza por ti mismo. […]. Cuando se presente la oportunidad de derrotarlos,
ese es el momento en que no debes hacerlo».
King citó las palabras de Jesús: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a
los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los
cielos» (Mateo 5:44-45).
Al pensar en quienes nos dañan, es sabio recordar que nosotros también
éramos enemigos de Dios (ver Romanos 5:10). Pero Él «nos reconcilió consigo
mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación» (2 Corintios
5:18). Ahora tenemos una obligación santa: «nos encargó a nosotros la palabra
de la reconciliación» (v. 19). Debemos llevar este mensaje al mundo.
Las tensiones políticas y raciales no son nada nuevo, pero la tarea de
la iglesia es evitar las divisiones. No debemos atacar a quienes tienen
opiniones diferentes o, incluso, buscan destruirnos. Nuestro «ministerio de la
reconciliación» imita el corazón de siervo generoso de Cristo.
En Cristo, todos somos uno.
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