lunes, 25 de enero de 2016

NO TEMAS, YO TE AYUDO


“Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de su mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo...el Santo de Israel es tu Redentor” (Isaías 41:13-14) PASAJE COMPLEMENTARIO: Jeremías 33:3; Salmo 91:1-16 Hay algo muy particular en nosotros, y es que por lo general nos gusta compartir nuestros problemas con otros. Esto era lo que yo hacía en el pasado, es decir, unos 48 años atrás. Pero un día entendí que eso no era lo ideal; aprendí que los problemas no son para comunicarlos a los humanos, sino a Dios, y que la manera como debía hacerlo era acercándome a Él en oración. El apóstol Santiago nos dice: “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración...” (Santiago 5:13) Descubrí que el camino correcto es correr a donde Él está, y allí en su presencia afinar el oído para escuchar su voz, que nos invita a confiar en Él. Todo lo que nosotros no podemos, lo hace Él. Hay situaciones imposibles de enfrentar, pero ahí está la mano del que todo lo puede. Solo con la oración (el arma más poderosa) podemos enfrentar los vientos de adversidad; el Manual de Vida, la Biblia, plantea que es Dios quien toma la iniciativa de acercarse a nosotros a través de Jesucristo con un ofrecimiento de amor, cuando expresa: “el Santo de Israel es tu Redentor”. Él anhela ayudarnos en todo, que nos sintamos seguros y protegidos, que no seamos más presos del miedo y del afán. Él quiere vernos felices. Cuán hermosa es la figura del padre tomando y sujetando firmemente a su pequeño hijo con su mano fuerte, antes de atravesar un camino peligroso o cruzar un obstáculo en el que puede resultar lastimado. Qué seguridad la que experimenta el pequeño, pues su padre es más fuerte y hábil, lo protege y no permite que nada le suceda. Esto también es verdad para todo ser humano que se refugia en Dios como su Padre. Podrá depositar en Él su temor y apropiarse de sus promesas de apoyo, respaldo y bendición, pues, ya Jesús murió en la cruz, llevándose también todo motivo de desesperación y zozobra para el corazón humano. Basta que usted hoy le reconozca, invoque su ayuda y le entregue genuinamente su corazón. Que como niño, se deje tomar de la mano, y se deje llevar por donde Él le indique. Basta que crea que Él es su Padre, y que a su lado nada le faltará.



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