jueves, 28 de abril de 2016

BUSCANDO LA DIRECCIÓN DE DIOS


“Oye, hijo mío, y recibe mis razones, y se te multiplicarán años de vida. Por el camino de la sabiduría te he encaminado, y por veredas derechas te he hecho andar. Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos, y si corrieres, no tropezarás” (Proverbios 4:10- 12)


Podemos encontrarnos con sendas desconocidas e innumerables atajos que nos conducen a parajes sin salida, pero si en cada paso que damos contamos con la sabia dirección de nuestro Padre Dios, caminaremos seguros, y nada nos hará caer. Él, a través de tres maneras, nos indica el camino a seguir, de tal forma que podemos ir cantando alegremente, libres del temor y de la angustia que muchas veces nos asalta, haciendo lento y torpe nuestro caminar, al punto de paralizarnos e impedirnos avanzar. El camino diáfano y seguro para nuestra vida, la única senda recta en la que podemos andar para que sean multiplicados nuestros años en bendición y en prosperidad, es la voluntad perfecta de Dios. Pero... ¿Cómo conocerla? En primer lugar, a través del Espíritu Santo. Él conoce lo profundo del corazón de Dios y tiene como propósito glorificar a Jesucristo. Él nos revelará la voluntad perfecta del Padre y nos dará la obediencia del Hijo, para que podamos tener una vida tan fructífera y benéfica como la suya. Él nos recordará todo el tiempo las enseñanzas de Jesús y nos conducirá siempre a toda verdad, y aún nos revelará lo que habrá de venir, cosas que ni aún nos imaginamos que Dios haya preparado para cada uno de nosotros. En segundo lugar tenemos la misma Palabra de Dios, la Biblia, la cual contiene todo lo que debemos conocer para que nos vaya bien en todo momento y circunstancia de nuestra vida. Es nuestro verdadero Manual de Vida, nuestra carta de navegación y nuestra brújula, la cual debemos consultar diariamente y en cada situación. Por último, Dios nos ha dado el precioso regalo de contar con personas a las que Él ha colocado una capacidad especial para servir y entregar su vida en calidad de pastores. Estas asumen la responsabilidad de ser padres o madres espirituales, y están dispuestas a brindar ayuda a cada discípulo, como se le presta a una ovejita en el redil: La cuida, la ama, la protege, la orienta, va delante de ella dándole ejemplo, la ayuda a crecer y a desarrollarse, le enseña a vivir. “Oye, hijo mío, y recibe mis razones,” Nuestro amado Papá Dios solo quiere ver que nosotros sus hijos vayamos firmes y seguros, amparados bajo la sombra de sus alas y que absolutamente, nada nos haga falta. 

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