miércoles, 6 de abril de 2016

La Bendición Del Ayuno


"¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?" Isaías 58:6-7

Como se habrá dado cuenta al leer el evangelio de San Mateo 6:5-18, encontramos dos principios enseñados por Jesús: orar y ayunar. Es interesante ver la manera como el Señor se refiere a dichos principios; “cuando ores, cuando ayunes”, como grandes y profundos secretos revelados que representan un poder sobrenatural para nuestra vida, pues nos permitirán ver cosas que de otra manera nos resultarían imposibles de alcanzar. Allí hay un poder, sin duda alguna, ratificado en muchos otros pasajes de la Biblia como en el caso de Marcos 9:28, cuando declara: “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno”.
Pero, ¿en qué reside dicho poder? Podemos decir que no está en el acto de ayunar, sino en Aquel a quien va dirigido nuestro ayuno, es decir, a Dios. Cuando ayunamos, reconocemos nuestra necesidad de Él y de su poder, no tanto para darnos cosas que anhelamos o necesitamos, sino para algo mucho más profundo y trascendental como transformar nuestra vida; cuando ayunamos, permitimos que Él pueda hacer aquellas cosas que de otra manera nosotros ni nadie las puede hacer. Recordemos que hay esferas en nuestra vida en las que aún no tenemos victoria, que nos someten a esclavitud porque no podemos desligarnos de ellas, excepto por medio de la oración y el ayuno (Mateo 17:21).

Estos principios bíblicos que nos enseña el Señor, son para que nuestra vida espiritual crezca, para tener victoria frente a actitudes, comportamientos y hábitos que nos debilitan, nos derrotan y nos hacen perder nuestra comunión con Dios, como la impiedad, la injusticia, el egoísmo y la falta de misericordia. Si anhelamos ser verdaderamente libres para amar y ser misericordiosos, necesitamos el poder que hay en el ayuno.

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