Como se habrá dado cuenta al leer el
evangelio de San Mateo 6:5-18, encontramos dos principios enseñados por Jesús:
orar y ayunar. Es interesante ver la manera como el Señor se refiere a dichos
principios; “cuando ores, cuando ayunes”, como grandes y profundos secretos
revelados que representan un poder sobrenatural para nuestra vida, pues nos permitirán
ver cosas que de otra manera nos resultarían imposibles de alcanzar. Allí hay
un poder, sin duda alguna, ratificado en muchos otros pasajes de la Biblia como
en el caso de Marcos 9:28, cuando declara: “Este género con nada puede salir,
sino con oración y ayuno”.
Pero, ¿en qué reside dicho poder?
Podemos decir que no está en el acto de ayunar, sino en Aquel a quien va
dirigido nuestro ayuno, es decir, a Dios. Cuando ayunamos, reconocemos nuestra
necesidad de Él y de su poder, no tanto para darnos cosas que anhelamos o
necesitamos, sino para algo mucho más profundo y trascendental como transformar
nuestra vida; cuando ayunamos, permitimos que Él pueda hacer aquellas cosas que
de otra manera nosotros ni nadie las puede hacer. Recordemos que hay esferas en
nuestra vida en las que aún no tenemos victoria, que nos someten a esclavitud
porque no podemos desligarnos de ellas, excepto por medio de la oración y el
ayuno (Mateo 17:21).
Estos principios bíblicos que nos
enseña el Señor, son para que nuestra vida espiritual crezca, para tener
victoria frente a actitudes, comportamientos y hábitos que nos debilitan, nos
derrotan y nos hacen perder nuestra comunión con Dios, como la impiedad, la
injusticia, el egoísmo y la falta de misericordia. Si anhelamos ser verdaderamente
libres para amar y ser misericordiosos, necesitamos el poder que hay en el
ayuno.
0 comentarios:
Publicar un comentario